El Viejo Almacén de Buenos Aires

¡Ché, qué bueno que viniste! Este es el saludo con el que te reciben nada más llegar a El Viejo Almacén de Buenos Aires. Una grabación en bucle, la mar de simpática, hospitalaria bienvenida a un restaurante que se ha convertido en un clásico de la hostelería madrileña. Debo reconocer que en mi caso tiene delito haber tardado tanto en venir a conocerlo, ya que se ha encontrado en tres localizaciones diferentes, pegadito al barrio del que soy oriunda, el Barrio del Pilar. Por ello, vista la tardanza, decidimos compensarlo escogiéndolo como escenario de la celebración de nuestro noveno aniversario como pareja. Mejor decorado no pudimos tener, os lo aseguro.

El Viejo Almacen de Buenos Aires

El Viejo Almacén de Buenos Aires comparte nombre con la que es una de las tanguerías míticas de la capital argentina, El Viejo Almacén, fundada sólo ocho años antes que nuestra versión madrileña, que comenzó a funcionar en 1977. Los padres de César, el actual dueño, son América y Julio, quienes emigraron de Argentina en 1971 y cuya primera residencia en nuestro país fue Asturias. Allí fue donde fundaron el que sería el primer restaurante argentino en España, «La Pista Argentina». 

Después llegaría el traslado a Madrid, donde con otros socios regentaron en el barrio de Saconia «El Cafetín de Buenos Aires», donde una vez por semana solían ir a cenar los abogados de la matanza de Atocha, así como muchos refugiados argentinos que habían huido de la represión política en su país (para encontrarse con una situación aquí no mucho mejor). Tras dos años llevando el local, el matrimonio y su pequeño hijo César se dieron cuenta de que aquel local se les quedaba pequeño y llegó la primera mudanza a la calle Villaamil. A un local rodeado de casitas bajas, que necesitaba mil reparaciones y que sólo contaba con un cuarto de baño mixto, compartido por hombres y mujeres.

El Viejo Almacen de Buenos Aires

Tenía mucho mérito abrir un restaurante en mitad de un descampado, donde ni siquiera llegaban los taxistas. Ahora Peña Chica está a 20 minutos en metro del centro de Madrid pero entonces aquello era casi el fin del mundo. Pero la fe de esta familia en su negocio era inquebrantable: el 27 de Noviembre de 1977 se inauguraba «El Viejo Almacén de Buenos Aires», con el reclamo de invitar a los vecinos a un buen surtido de chorizos y morcillas. La inauguración fue un éxito: asistieron más de mil personas.

Sin embargo, muchos vecinos no aceptaban que El Viejo Almacén fuera un restaurante al que pudieran venir «ricachones del centro», pues lo que predominaba en el barrio era la figura del bar donde beberse un chato de vino. Alguna vez el local amaneció con un cristal roto y otras tantas lanzaban huevos a la fachada, los vecinos llamaban a la policía para quejarse de la música… qué tiempos tan difíciles. Pero la familia Ruda ahí seguía, con más ganas que nunca. Limaron asperezas invitando a los vecinos a un asado y organizando un equipo de fútbol con los chavales del barrio. Con el tiempo, El Viejo Almacén pasó a ser el orgullo del barrio de Villaamil.

En los años 80 era difícil traer carne argentina, por lo que se servía carne española, especialmente chuletones a la parrilla. Ello no tiraba para atrás a la cantidad de ilustres personajes que pasaron por el local, incluido el presidente Calvo Sotelo. Tenían un monologuista, Bocha, que hacía chistes de política, los camareros cantaban y tocaban la guitarra y las fiestas podían alargarse hasta las cinco de la mañana, pese a que cuatro horas después el restaurante debiera volver a ponerse en funcionamiento.

La fama de El Viejo Almacén no hacía más que crecer. Se vinieron aquí a rodar escenas de diferentes películas y series (El Buscavidas, La isla del tesoro, El último tango en Madrid o No dejaré que me quieras, entre otras) y una revista japonesa llegó a escogerle como uno de los tres mejores lugares del mundo donde escuchar tango fuera de Argentina.

El Viejo Almacen de Buenos Aires

Rafael Alberti, Pedro Almodóvar, Ana Belén y Víctor Manuel, Carmen Maura, Jorge Valdano, Amaia Salamanca, Alfredo Di Stéfano, Talant Dujshebaev, El Lute, Fernando Romay… a lo largo de los años son muchas las caras conocidas que han venido aquí a comer, atraídas por la fama del local. Esta es ya su tercera ubicación, ya que a finales de 2006 debieron dejar el local de Villaamil debido a que se expropiaron las casas de la zona. Y se vinieron a un localcito de la calle Ramón Gómez de la Serna, un sitio que mis padres frecuentaban mucho de jóvenes y que se conocía como El Mesón del Conejo, estuvo abierto más de treinta años.

César, tras la muerte de su padre, pasó a convertirse en el gerente del negocio y ha sabido fidelizar con cariño la herencia familiar. Se involucró totalmente en la restauración y decoración del restaurante, dividido en dos salones y una pequeña terraza lateral, que da a una plaza donde un enorme mural recuerda quién es el ARGENTINO con mayúsculas: Maradona.

El Viejo Almacén de Buenos Aires

Es curioso pero desde que regresé de mi viaje a Argentina, allá por el lejano 1998, no había vuelto a pisar un restaurante argentino. Ni en España ni en ningún otro país. Mitifiqué tanto todo lo que comí allí (aquella carne que se derretía como la mantequilla) que me daba pena mancillar aquel recuerdo gastronómico con un lugar que no estuviera a la altura. Por eso quise escoger El Viejo Almacén no sólo como celebración de nuestro aniversario (todos los años elegimos un restaurante de lo más especial) sino también como mi reencuentro simbólico con los platos de Argentina.

Lo primero que sorprende al entrar al restaurante es el mimo y cariño que se ha puesto al decorarlo. Es magnífico. Ambiente tenue para hacer la experiencia más acogedora si cabe y con unas paredes en las que no cabe un objeto más: están a rebosar. Tienen un pequeño saloncito con barra a la entrada pero a nosotros nos llevaron al salón principal, de lo más íntimo, en el que apenas se contaban cinco o seis mesas. A la espalda de Juan, un mural enorme de Buenos Aires, en el que destacaba majestuosa la figura del Obelisco. Y a nuestro lado, un cuadro en el que se detallaban los diferentes cortes que se realiza a la vaca argentina.

El Viejo Almacén de Buenos Aires

Aunque sabíamos que por las noches ofrecen espectáculo de tango, nosotros preferimos ir a comer, ya que teníamos bastante claro que la comida era de lo más contundente. No obstante, estuvimos escuchando los tangos de Carlos Gardel durante toda la comida: evidentemente, no podía ser otra la banda sonora. Lo cierto es que cerrabas los ojos y te parecía estar en cualquier boliche bonaerense. Hasta los cuartos de baño, repletos de fotos de Mafalda, te trasladaban a la capital argentina.

El Viejo Almacen de Buenos Aires

Si es la primera vez que vienes al Viejo Almacén, te recomiendo que optes por el Menú Degustación (31,30 € por persona sin bebidas). Da por sentado que con hambre no te vas a quedar porque es completísimo y así te vas a dar el gustazo de probar un poco de todo. Mi consejo es que desayunes de un modo liviano ese día para hacer hueco en el estómago: lo vas a necesitar.

 

 

Menú Degustación

ENTRANTES
 
Chorizo y Morcilla
 
Empanada
 
(Una por persona)
– Típica Argentina– De queso y cebolla– De espinacas
 

Provoleta a la parrilla

 
PLATO PRINCIPAL

 

(Un corte por persona)

Colita de cuadril 300 GRS. Importado de Uruguay

o

Vacío 300gr de vaca

+

Lomo Alto ó Bajo 350 GRS. Importado de Argentina

Con ensalada mixta y patatas fritas

POSTRE
 

Panqueque relleno de dulce de leche

Flan con dulce de leche

 

Empanadas argentinas

Las empanadas llegaron a Argentina desde España, probablemente desde Galicia, que en nuestro país es donde mejor las hacen: hasta salen inmortalizadas en el Pórtico de la Gloria de la Catedral de Santiago de Compostela. En Argentina se hicieron tan populares que actualmente se pueden encontrar bastantes variantes, dependiendo de la provincia donde te encuentres. Así, tenemos entre otras las de Salta, las de Jujuy, las de Tucumán, las santiagueras, las litoraleñas, las de Mendoza, las de Córdoba y hasta las de la lejana Patagonia. Cada una con sus propias características y un denominador común: lo importantes que son para Argentina, hasta el punto de que la empanada criolla se declaró Patrimonio Cultural. 

Empanada Argentina

Chorizo y morcilla 

El chorizo también llegó de España pero dicen los argentinos que a cambio América nos descubrió el pimentón, que es con lo que aliñamos este embutido y que es lo que le da su característico color rojizo. Y es que si el chorizo español ha logrado fama mundial (vaya, qué doble sentido puede tener esta frase), no lo ha hecho menos el argentino. Aunque ambos chorizos son primos hermanos, el argentino suele macerarse con vino tinto y se presenta mucho más húmedo, por lo que hay que conservarlo refrigerado y no se consume crudo.

La morcilla (que se come en países como Alemania bajo el nombre de blutwurst o en México de molonga) es otro de los clásicos en las parrillas argentinas y celebraciones familiares. La que nos sirvieron en el Viejo Almacén estaba de lo más suave, se deshacía en la boca. Nos la ofrecieron acompañada de la salsa más consumida en Argentina, la chimichurri.

El Viejo Almacen de Buenos Aires

Provoleta a la parrilla

Este plato conjuga estupendamente dos de las grandes influencias de la cocina argentina. Por un lado, el asado en sí que dejaron en herencia los indígenas americanos. Y por otro, el legado de los inmigrantes italianos, que trajeron consigo el queso provolone. Desde mediados del siglo XX, los argentinos comenzaron a elaborar el «provolone argentino», la provoleta, un queso cuya masa se hila y se sala. De este modo, se consigue un queso que no se derrite al asarlo y queda crujiente por fuera y cremoso por dentro.

El Viejo Almacen de Buenos Aires

Las carnes: vacío de vaca y lomo

El plato estrella de la gastronomía argentina es, evidentemente, la carne, considerada por muchos como la mejor del mundo (sí, por mí también). Se cree que para hacer un buen asado sólo se necesita una parrilla y carne de calidad pero es bueno saber antes de comer en un restaurante argentino que hay infinidad de cortes dependiendo de qué parte del cuerpo de la vaca se escoja. Uno de los más populares es la tira de asado (paralelo a las costillas) pero hay otros como el matambre, la entraña o la llana.

En nuestro caso, probamos el vacío de vaca, que es con el que se suele comenzar las parrilladas y que se corta en porciones finitas por tener bastante fibra, seguido del lomo. Ambos espectaculares, aunque debo reconocer que del lomo sólo fui capaz de probar un trozo y lo comió casi entero Juan porque a estas alturas veía que ya no me quedaba hueco para los postres.

El Viejo Almacen de Buenos Aires

Panqueques y flan con dulce de leche

Cuando viajé a Argentina, no tenía ni idea de lo que eran las «facturas». Cuando llevaba un par de días allí, me di cuenta que eran un imprescindible de los desayunos: es el surtido de bollos y dulces que se preparan cada mañana calentitos y cuyo aroma inunda las panaderías de Buenos Aires. Las más conocidas son las mediaslunas, parecidas a nuestros croissants, pero hay otras como los cañoncitos, tortas negras, pan de leche… Están riquísimas todas y qué bien entran a cualquier hora.

El Viejo Almacen de Buenos Aires

Era de esperar entonces que los postres del Viejo Almacén iban a estar a la altura. El gran protagonista (era de esperar también) fue el dulce de leche, que en esta ocasión acompañó a un flan casero y a unos panqueques, que es como se conoce a las crepes en Argentina. El dulce de leche es un producto que aunque bastante básico en su composición (leche, mucho azúcar, vainilla y una pizca de bicarbonato de sodio) no puede faltar en las sobremesas argentinas. Está delicioso.

 

Otras delicias de la carta

Fuera de carta nos ofrecieron también steak tartar o un chuletón argentino de 700 gramos para compartir con muy buena pinta pero nos decidimos por el menú degustación, que era más variado. En la carta también puedes encontrar clásicos argentinos como el choripan, que no es otra cosa que el hot dog a la argentina, es decir, un bocadillito de pan y chorizo que no puede faltar en conciertos o partidos de fútbol. Recuerdo que cuando paseaba por Buenos Aires, lo encontraba en infinidad de puestos callejeros. 

Tenemos también achuras (conocidas también como menudencias, ya que se considera como la parte menos noble de la vaca, mayormente vísceras). Pero es que los argentinos de las vacas aprovechan todo, como en España se hace con el cerdo. La palabra achura se origina en el vocablo «achuraj», que significa «lo que no se aprovecha y se tira», aunque en este caso, de tirarlo nada, al contrario. Se convierte en el mejor aperitivo de las parrillas antes de la carne-carne.

El Viejo Almacen de Buenos Aires
En una vitrina se expone la carne puramente argentina

En el Viejo Almacén nos ofrecen una buena muestra de lo que son las achuras. Aparte del chorizo y la morcilla, mollejas de ternera y los crujientes chinchulines, que son la versión argentina de nuestros entresijos y gallinejas madrileños.

En cuanto a los postres, no os quedéis con las ganas de probar los alfajores, esos bollitos rellenos que llegaron a España de mano de los musulmanes y después viajaron a Argentina. Cuando estuve en Argentina, reconozco que en mi caso se convirtió en un vicio lo de desayunar estos hojaldres rellenos de dulce de leche. También aquí podemos degustar el clásico arrollado (brazo relleno de dulce de leche o limón) o helados artesanos. Y otro postre argentino bien sabroso, el vigilante, un dulce de batata cuyo nombre responde al hecho de que a principios del siglo XX era muy consumido por los policías del barrio de Palermo.

El Viejo Almacen de Buenos Aires

En definitiva: qué gratísima experiencia disfrutar de uno de los mejores restaurantes de Madrid. Extraordinario el trato de todos los que nos atendieron, desde el propio dueño, César, a todos los camareros, amabilísimos. No nos extraña que sean tantos los argentinos expatriados que se acercan aquí para calmar la morriña de su tierra. Un lugar de lo más especial que consiguió trasladarnos durante varias horas a nuestra añorada Argentina y al que ya mismo estamos deseando regresar.

 

Sobra decir que si quieres venir a comer o cenar, especialmente en fin de semana, es casi obligatorio reservar porque el restaurante siempre está llenísimo. Puedes hacer la reserva online aquí o llamando al teléfono 917388926. Abren de martes a sábado en turno de comida y cena y los domingos sólo a mediodía.

 

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