Parece mentira que Italia, uno de los países más turísticos del mundo, sin embargo a estas alturas continúe lidiando con un problema que lejos de solucionarse, se agrava cada día que pasa: el de la mafia, llamada Camorra en su versión napolitana, con más de cien clanes autónomos y cerca de 10.000 miembros. Y es que según dicen las malas lenguas, la Camorra napolitana controla hasta un 20% del Producto Interior Bruto italiano, llegando a mover clandestinamente 12.000 millones de euros,que provienen principalmente de la gestión de los residuos y la distribución de cocaína. Infiltran en los más altos cargos de poder a muchos de sus miembros y monopolizan servicios como el de recogida de basuras en Nápoles, originando que la mayor parte de la ciudad parezca un vertedero. Las diferencias entre el norte de Italia, con ciudades como Milán que alardean de lujo y marcas caras, con el sur del país, sumido en la pobreza y el desempleo, son cada vez más abismales.

Entre todos los barrios marginales que existen en grandes urbes como Nápoles o Palermo, el napolitano Secondigliano es el que se lleva la palma en lo que a peligrosidad se refiere. Ni siquiera se permitió entrar a los coches de Google Maps para fotografiar las calles. Conocido como «el supermercado italiano de la droga» (se cree que al año se mueven aquí más de cien millones de euros), la policía tampoco se atreve a entrar y han tomado la decisión de dejar que las reyertas se resuelvan entre los diferentes clanes, dejando en una situación desesperada a las familias humildes que no pueden mudarse del barrio.

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Los distintos clanes que controlan el barrio, que unieron fuerzas a partir de los años 80 en la llamada «alianza de Secondigliano» para controlar todos los negocios ilegales de Nápoles y que agrupaba a familias como los Mallardo, los Contini, los Licciardi o los Bocchetti, acabaron luchando entre ellos, tras el envenenamiento en la cárcel de uno de los principales líderes, recrudeciendo la batalla entre los diferentes capos de la organización. Hoy cada uno opera por libre, sin quitar el ojo de encima al clan de la puerta de al lado. Las vendettas entre las diferentes familias son continuas, todo con la intención de tener el control total de la extorsión a grandes y pequeños empresarios y el tráfico de drogas y tabaco, entre otras actividades. Se sabe que bajo cuerda la camorra compra a policías y funcionarios corruptos y blanquea dinero en negocios de todo tipo, desde fábricas de muebles a tiendas de ropa.

Los motoristas son obligados por la Camorra a conducir sin casco para evitar que entren policías camuflados. Cualquier evento de tipo social ha de contar con el beneplácito de los mafiosos o te arriesgas a acabar en mitad de la acera con un tiro en la cabeza. El tráfico de drogas y armas se realiza a plena luz del día y el barrio cuenta con el dudoso honor de tener el índice de asesinatos por habitante más alto de toda Europa. Hace años, el ayuntamiento tomó la medida desesperada de prohibir la venta de cuchillos u objetos punzantes, intentando evitar más muertes por arma blanca. Sin embargo, rara es la familia en el barrio que no guarda en casa una o más pistolas.

Reclutar a jóvenes sin empleo es fácil en este barrio de Secondigliano teniendo en cuenta que el barrio sufre un índice del 40% de paro (los propios napolitanos llaman a esta zona el Tercer Mundo) y que hay también un 40% de abandono escolar, nivel sólo superado por Cerdeña.  Más de un 20% de las familias vive bajo el umbral de la pobreza y un 70% de los chavales jamás ha pisado un teatro. A estos chicos se les prometen sueldos de 150 euros diarios por participar en actividades ilegales de todo tipo, pese a que ello suponga entrar en las guerras de las bandas rivales. A partir de las ocho de la noche, cuando cierran las pocas tiendas obligadas a pagar una «tasa revolucionaria», no se ve un alma por las calles, a excepción de ratas gigantescas que campan a sus anchas. Y es en estas noches desiertas cuando los motoristas practican el macabro juego «tiro al inmigrante», disparando a cualquier extranjero que se atreva a pasear.

Sin embargo, no son las únicas víctimas de este peligroso modo de vida: muchas niñas son madres a los 13 o 14 años y otras tantas mujeres se ven obligadas por sus maridos a participar en actividades de contrabando. Otras como Maria Licciardi, conocida como «la Madrina», han llegado a lo más alto por méritos propios: hermana, hija y esposa de camorristas, tomó las riendas del clan al ser arrestados los líderes masculinos de la familia. Lejos de solidarizarse con la situación de otras mujeres como ella, introdujo al clan de los Licciardi en el negocio de la prostitución (algo a lo que se habían negado hasta entonces «por motivos éticos»), obteniendo esclavas sexuales de las mafias albanesas, muchas de ellas menores de edad. Cuando estas eran «demasiado viejas» para ejercer la prostitución, María ordenaba que se las ejecutara para evitar que se denunciara al clan a la policía. Pese a ser arrestada en el 2001, se sospecha que sigue dirigiendo al clan desde prisión.

Hace sólo unos meses, dos encapuchados disparaban con Kalashnikovs contra una comisaría de policía de Secondigliano, dejando en coches y fachada el aviso en forma de bala de quienes son los amos del barrio. Y hace menos un tiroteo hería a una niña de cuatro años en la terraza de una cafetería, a plena luz del día (su abuela también recibió un tiro en el glúteo). Las extorsiones a los negocios locales, especialmente pizzerías, muy frecuentadas por turistas, son constantes: son habituales las ráfagas intimidatorias de disparos en las fachadas.

El centro de Nápoles está controlado por unas 80 familias de criminales. Se cree que los abuelos encarcelados están dirigiendo desde la cárcel a sus nietos para que tomen el relevo mafioso y este ataque es otra demostración más de fuerza. En definitiva: el célebre libro «Gomorra» de Roberto Saviano, donde relataba los tejemanejes de la mafia y por el que el autor está amenazado de muerte, por desgracia no se aleja de la realidad lo más mínimo.

2 comentarios

  1. Se me han quitado las ganas de viajar a Nápoles…

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