Gracias al abaratamiento del precio de los billetes de avión, que nos permite movernos a la otra punta del mundo a costa de apretarnos el cinturón durante sólo unos meses, viajamos ahora más y muy a menudo pero en la práctica el turismo es un invento relativamente reciente. Pese a que en la antigüedad romanos y griegos solían poseer segundas residencias en la costa, que les aliviaban en verano del calor del interior, y eran habituales las peregrinaciones religiosas, sobre todo a raíz de la aparición del cristianismo, no sería hasta el siglo XVI cuando aparecerían aquellos primeros turistas, esos adolescentes ingleses que venían de familias adineradas, a los que tras concluir sus estudios se les enviaba varios años a países europeos para que completaran su formación (hacían un «gran tour», de ahí la palabra «turista»). El hecho de que aún no se hubiera inventado el avión y que los barcos tardaran varios meses en realizar sus travesías dificultaba mucho lo de soñar con destinos lejanos.

Pero en el siglo XIX, con la revolución industrial, la mejora de los medios de transporte (se acabó lo de ir en coches de caballos, ahora el tren llegaba a lugares antaño inaccesibles) y el enriquecimiento de la burguesía,viajar a otros lugares por mero placer comenzaba a ser una opción. Y así nació a mediados de 1800 Thomas Cook, la primera agencia de viajes de la historia, que comenzó a operar en Gran Bretaña, organizando viajes cortos, y tuvo su primera experiencia internacional en Suiza, donde convenció a unos cuantos ricachones de que el alpinismo y el contacto con las montañas y los prados verdes era la mejor inversión que podían hacer. Casi dos siglos más tarde, Thomas Cook es la segunda agencia de viajes más importante del mundo después de Tui. Ellos fueron los pioneros y los que dieron el pistoletazo de salida para que crecieran otras industrias turísticas, entre ellas la hotelera. Y es que hoteles (pensiones, posadas, albergues) ha habido siempre, ocupados sobre todo por comerciantes. Pero sería en el siglo XIX cuando comenzaría a aparecer un nuevo tipo de hotel, orientado al ocio y al descanso, que incorporaba jugosas novedades para deleite de los clientes como baño propio dentro de los cuartos, servicio de habitaciones, bibliotecas o piscinas. Aunque en el siglo XX el turismo decayó durante las dos guerras mundiales (y sus periodos posteriores, caracterizados por un empobrecimiento de la población), a partir de los años 60 todo el mundo quería irse de vacaciones; hay que tener en cuenta que mucha gente había emigrado de los pueblos a las grandes ciudades y no se terminaban de acostumbrar a la contaminación y el asfalto, por lo que unos días de descanso eran más que necesarios. Y además, con la llegada en Europa de las mejoras laborales, con vacaciones pagadas, la clase obrera iba a convertirse en el principal motor del turismo venidero.

Aún así, hay que tener en cuenta, como hablábamos en el artículo «¿Está España preparada para 80 millones de turistas?», que el turismo es un arma de doble filo, pues mientras que por un lado mueve al año millones de euros y da de comer a muchísimas familias, al mismo tiempo, cuando la afluencia de gente es excesiva, conlleva otro montón de inconvenientes. El año pasado, los diez países más visitados del mundo fueron Francia, Estados Unidos, España, China, Italia, Turquía, Alemania, México, Reino Unido y Rusia (como veis, parece que los turistas lo tienen claro y el Viejo Continente sigue siendo el destino favorito de muchos). Y aunque los ingresos económicos siempre son bienvenidos, muchos ciudadanos de a pie, que no viven del turismo, se quejan de lo difícil que es llevar una rutina normal cuando estás rodeado de personas con una cámara de fotos colgada al cuello. Pero las molestias a terceros a veces no es lo más importante sino poner en peligro ecosistemas u obras de arte que jamás podrían ser recuperados. Son muchos los lugares de este nuestro planeta que si bien no están negándose a recibir turistas, sí comienzan a implantar medidas que establezcan un control de las visitas o al menos empiezan a preocuparse sobre lo que el turismo masivo puede traer consigo: hoy te hablamos de algunos de ellos.

Noruega

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Noruega es un país bastante despoblado… y así quieren seguir. Hasta hace no mucho tiempo, poquísimos turistas visitaban Noruega: el frío y el alto nivel de vida eran los principales culpables. Pero durante los últimos años, infinidad de cruceros surcan los fiordos y todo el mundo quiere conocer Preikestolen, el Púlpito de los Dioses, esa impresionante formación rocosa cercana a Stavanger que cada verano ve llegar a más de 300.000 personas. Por no hablar de Trolltunga, que ha pasado de las 1.000 visitas anuales a las 100.000 en sólo cinco años. En el caso de Preikestolen, hay además que tener en cuenta que los geólogos, tras las últimas mediciones, han dado la voz de alarma: la roca está cediendo y podría acabar derrumbándose. Y aunque tampoco se cree que tan fatal desenlace ocurra a corto plazo, es la excusa perfecta para comenzar a controlar las visitas, sobre todo después de la cantidad de accidentes y rescates de emergencia que han ocurrido últimamente.

Santorini

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Santorini está considerada una de las islas más bonitas del mundo pero también es de las que más sufre con la masificación: es el puerto más activo de Grecia, con 630 cruceros que han traído 790.000 visitantes, de un total de los ¡2 millones! que llegan a esta pequeña isla cada año. Y casi todos arriban entre Mayo y Septiembre, aunque es la primera vez que más de 140 hoteles permanecerán abiertos en invierno (comparémoslo con los 35 que abrían en 2013).  Por dicho motivo el alcalde Nikolaos Zorzos ha decidido limitar a 8.000 diarios los cruceristas que podrán desembarcar en una isla que ya tiene el 11% de su terreno construido y que, curiosamente, no tuvo electricidad hasta 1974.

Machu Picchu

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Machu Picchu es, qué duda cabe, el destino estrella de Perú. Y pese a encontrarse a 2.400 kilómetros de altura y perdido en mitad de la selva, lo que hace complicado llegar hasta allí, no para de recibir más y más visitantes. La UNESCO recomendó que las visitas diarias no pasaran de 2.000 si se pretendía conservar en perfecto estado una de las más ricas herencias del imperio inca, sobre todo teniendo en cuenta que originalmente el recinto no fue diseñado, ni mucho menos, para recibir a grandes multitudes. Aún así, el gobierno se ha relajado y permitirá que haya un máximo de 6.300 visitas diarias, divididas en dos turnos, uno a las seis de la mañana y el otro a las cinco y media de la tarde. Además, no se podrá visitar por libre, habrá que acceder en grupos organizados de como máximo 16 personas y con guía autorizado.

Dubrovnik

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Dubrovnik, una de las ciudades más bonitas de Europa, ya sufría de masificación con la llegada de cruceros, casi todos ellos provenientes de Venecia. Pero el haber servido como escenario de la ficticia ciudad de Desembarco del Rey en «Juego de Tronos» ha disparado su fama turística y son miles de seguidores los que quieren fotografiarse en esas callejuelas por las que paseaba Cersei Lannister. El problema es que el casco histórico se queda pequeño para tanto turista. Y las autoridades croatas han tomado una drástica decisión: sólo 4.000 personas al día podrán entrar al centro de la ciudad. Para ello, se han colocado cámaras que controlan el número de transeúntes, limitado el número de cruceros que podrán atracar en el puerto y, si es necesario, se baraja incluso establecer puestos de control en las tres puertas de entrada.

Venecia

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Nadie pone en duda que Venecia es una de las ciudades más bellas del mundo, lo que la convierte en el destino soñado para muchos viajeros. Pero eso te obliga (lo comprobamos en nuestras carnes cuando la visitamos) a sufrir unas aglomeraciones que dan pavor: por eso mi consejo es «callejea, callejea y callejea», aléjate de los puntos más concurridos como la Plaza de San Marcos y el Puente Rialto y déjate perder por los barrios más alejados del Gran Canal, que son igual de encantadores y habrá callecitas donde, aunque cueste creerlo, estarás solo.

Ya sólo quedan 55.000 venecianos (hace 50 años eran casi 200.000) y la cifra sigue menguando: es difícil vivir en una ciudad donde estás rodeado de turistas, donde en los vaporettos ya no cabe un alfiler y donde los precios cada vez suben más. Los pocos residentes que aún aguantan como jabatos no hacen más que manifestarse: están hartos de que nadie frene el chorreo constante de cruceros y de encontrarse a turistas orinando en las esquinas. Por desgracia, están desapareciendo establecimientos antiquísimos, como las tiendas de salami, sustituidos por restaurantes y tiendas de souvenirs, por lo que la ciudad está empezando a perder su verdadera identidad y va camino de convertirse en un parque temático.

Tailandia

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Cuando uno piensa en el paraíso en la tierra, probablemente la imagen que mejor ilustre ese edén terrenal sea Tailandia y sus idílicas islas de aguas cristalinas, selvas frondosas y arena blanca. Sin embargo, he de reconocer que durante los años que he estado visitando la perla del sudeste asiático, he presenciado apenada cómo se está perdiendo todo ese exotismo a marchas forzadas: la primera vez que fui a las islas Phi Phi, no podía creer el lugar tan maravilloso en que me encontraba; la última, casi salí huyendo despavorida, asustada de en lo que han convertido las islas los hooligans ingleses.

Y es que aunque el País de las Sonrisas cuenta con miles de islas para perderse, parece que el turismo prefiere concentrarse en sólo unas pocas. Y al Departamento de Marina y Costas no le ha quedado más remedio que tomar cartas en el asunto: la isla de Koh Tachai ha cerrado el acceso a los turistas y tres islas más (Koh Khai Nok, Koh Khai Nui y Koh Khai Nai) limitará la llegada de visitantes. Más del 80% de los arrecifes de coral han sido dañados (¿por qué la gente es tan poco respetuosa cuando hace snorkel?) y es totalmente inviable que islas que sólo pueden acoger a setenta personas diarias, estén recibiendo más de mil. Así mismo, se han desmantelado muchos chiringuitos de las playas.

Islandia

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¿Recordáis cuando Islandia era una isla perdida a la que apenas viajaba nadie y cuyos habitantes pasaban gran parte del año congelados de frío? Qué lejos quedan ya aquellos tiempos. Ahora hasta los propios gobernantes islandeses temen que el país acabe convirtiéndose en un Disneyland al aire libre. Y la culpa de esta masificación, de nuevo, ha sido de «Juego de Tronos», que ha rodado aquí muchos capítulos, situando aquí las tierras más allá del Muro. Se cree que el año 2030 se alcanzará la cifra record de seis millones de turistas (téngase en cuenta que la población total de Islandia es poco más de 300.000 personas, es decir, el mismo número de estadounidenses que viajan al año a Islandia).

El gobierno explica que no se puede pretender llenar de retretes portátiles paisajes naturales casi vírgenes y que en vez de limitarse a la capital y el Golden Circle, que son los destinos estrella, los turistas deberían explorar otras partes de la isla, especialmente el este, donde sólo se producen el 6% de las pernoctaciones, por lo que se intentará incrementar el número de vuelos que llegarán a otras partes de Islandia. Además, se está regulando el número de alojamientos totales ofrecidos por Airbnb y se plantea el crear nuevas tasas turísticas.

China

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¿Creías que el museo más visitado del mundo era el Louvre parisino? Pues no, es el segundo. La Ciudad Prohibida de Beijing en China recibe más de quince millones de visitantes al año. Y aunque oficialmente el gobierno no ha tomado medidas para controlar este flujo incesante de turistas, se habla de limitar las visitas diarias a 80.000 (vamos, los que caben en un estadio de fútbol) y de alentar las visitas en temporada baja, el invierno, dejando el precio de los tickets a la mitad.

Islas Baleares

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Lo del turismo en las islas Baleares es de locos: playas saturadas y llenas de basura, borrachos ocupando hasta el último rincón, atascos para llegar a cualquier sitio… Y los pobres residentes, lógicamente, más que hartos. Pero sus quejas parecen no haber caído en saco roto y se han establecido nuevas leyes que limitarán el número máximo de plazas hoteleras (más del 70% se encuentran en Mallorca) y quien se arriesgue a alquilar una propiedad sin el correspondiente permiso se arriesga a una multa que podría alcanzar los 400.000 euros; además, se anima a los vecinos a que denuncien cualquier alquiler sospechoso. Y es que casi el 90% de los alquileres particulares son ilegales.

Aruba

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Harto de turistas que apenas salen de sus resorts, el gobierno de Aruba está pensando limitar el número de plazas de «todo incluido» que podrán vender los tour operadores. Y es que nada hace más daño al turismo local que esos hoteles gigantes en los que al cliente le dan playa privada, comida, bebida y diversión y los turistas ni se molestan en dar una vuelta por el pueblo más cercano. Se calcula que este tipo de cliente se gasta como mínimo un 20% menos que el que viaja sólo con alojamiento y desayuno. Sin embargo, un tercio de los trabajos de Aruba dependen de este tipo de resorts, por lo que muchos habitantes no ven con buenos ojos la medida: la polémica está servida.

Monte Everest

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La montaña más alta del mundo, el Monte Everest, fue un sueño inalcanzable para muchos exploradores durante siglos y siglos. Sin embargo, hoy en día, teniendo el dinero suficiente y un mínimo de experiencia en escalada, las agencias te aseguran llegar hasta su cumbre. Lo que antes era una montaña inaccesible ahora se ha convertido en un lugar donde ir a tomar un picnic, con cientos de personas acampando en sus laderas. El gobierno de Nepal (que, por otro lado, se beneficia del impacto económico del tema) intenta regular el número de escaladores, limitando la edad legal comprendida entre los 18 y los 75 años, exigiendo escaladas anteriores en montañas de más de 6.500 metros y asegurándose de que personas con cualquier tipo de incapacidad lleven acompañante.

Camboya

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En poco menos de un mes los estaremos visitando: son los templos de Angkor en Camboya. El recinto religioso más grande del mundo abarca varios kilómetros a la redonda y se tarda varios días en recorrerlo, por lo que, obviamente, no se llega al nivel de saturación de otros lugares. El problema es que la mayoría de los turistas quieren fotografiar el anochecer desde la colina de Phnom Bakheng, que es desde donde se obtienen las mejores panorámicas. Y ahí llegan los codazos, los empujones y el correr para coger el mejor sitio. ¿Solución? Limitar el número de personas que asciende al lugar a 300. Y pensar en otras alternativas, como un crucero vespertino por el lago cercano a West Mebon.

Amsterdam

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Ya sabéis lo enamorada que estoy de Amsterdam, mi ciudad europea favorita. Pero reconozco que es comprensible que sus habitantes estén bastante hartos de tanto turismo de juerga: con la excusa de que los coffee shops dispensan marihuana y hachís, es el destino preferido para los que quieren celebrar su despedida de soltero/a. La ciudad no llega al millón de habitantes pero recibe anualmente a diecisiete millones de personas: los fines de semana hay zonas del Barrio Rojo por las que apenas se puede andar. Los vecinos que viven cerca del Red Light, la estación central y el distrito de Leidseplein no hacen más que quejarse del ruido y la basura. Y para limitar la afluencia de gente, se ha impuesto una nueva tasa turística de 12 dólares por noche.

Palau

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Palau, otro destino paradisíaco, se está pensando muy mucho lo de controlar cuanta gente les visita cada año. O más bien, qué tipo de turista quieren, es decir, nada de mochileros y sí personas que vengan con la billetera llena. Por lo tanto, se está barajando dar licencia de apertura sólo a hoteles de cinco estrellas y así evitar que cualquiera pueda viajar a una isla cuyo producto interior bruto depende en un 85% del turismo. El gobierno está cansado de turistas chinos que vienen en vuelos charter y se gastan lo mínimo, por lo que esperan que a partir de ahora se lo piensen dos veces.

Florencia

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Florencia no se está planteando el límite de turistas pero sí está concienciándoles acerca de cómo deben comportarse cuando visiten la ciudad. Por ello, la primera medida ha sido prohibir souvenirs como camisetas o tazas con mensajes groseros u ofensivos. Y después, recomendar no sentarse en sitios públicos, tirar desperdicios al suelo y amenazar con multas de más de 500 euros por mal comportamiento.

Hawaii

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Hawaii es el destino playero favorito de los estadounidenses, ya que pertenece al país y hay multitud de vuelos charter todos los días. Pero al mismo tiempo, esto ha provocado que la isla esté saturada de hoteles, que los atascos de tráfico sean insoportables y que en las calles principales de Honolulu haya colas para entrar en cualquier lado. Y aunque muchos locales viven del turismo, otros tantos han perdido la paciencia, hasta el punto de que el gobierno hawaiiano les está pidiendo que se esfuercen y sean más amigables con los visitantes (son incontables las historias de peleas entre hawaiianos y turistas, principalmente en Maui).  Pero es difícil sabiendo que las islas de Hawaii cuentan con una población que apenas llega a los dos millones de personas y reciben más de doce millones de turistas al año.

Los locales se quejan de que las playas están sucias, que los turistas  han tirado por los suelos la verdadera esencia del «espíritu aloha», ridiculizando los collares de flores o los ukeleles, que conducen como locos, se han adueñado de cascadas en las que antes sólo se bañaban los hawaiianos, han provocado que se dispare el crimen y la delincuencia, hecho que suban hasta el infinito los precios de los alquileres, fomentado la prostitución de las mujeres hawaiianas (casi un 20% de la población local vive en el umbral de la pobreza mientras se enriquecen los empresarios hoteleros) y que no respetan las tradiciones de los nativos. Esto ha provocado una gran frustración entre la población local, que considera que los turistas ven a las islas «como un producto de usar y tirar».

3 comentarios

  1. ¡Muy interesante y más ahora que hay mucho debate sobre la masificación turística! En Mallorca también tenemos algunos sectores cabreados, pero no contra el turismo en general sino contra el comportamiento incívico de algunos…
    Por cierto, estuvimos en Pekín el verano de 2016 y creemos que las visitas a la Ciudad Prohibida tienen un límite diario. Eso sí, el límite es agobiante. En agosto a pleno sol y en algunas zonas que se concentraba más gente, era casi insufrible.

  2. Como bien dices, el problema no es sólo la gente sino como esta se comporta. En cuanto a lo que comentas de China, como cuento en el artículo, el límite en la Ciudad Prohibida es de 80.000 personas, lo que aún así es una auténtica barbaridad…

  3. Claro, 80000 personas son dos veces mi pueblo a diario, hahahaha. Recuerdo que recomendaban llegar temprano porque muchas veces se acaban 😱

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