Cuando comencé a realizar los diferentes posts relativos a nuestro viaje a Camboya, os aseguro que jamás pensé que Angkor iba a dar tanto de sí. Pero comienzas a desempolvar recuerdos y te das cuenta que, efectivamente, Camboya debe ser uno de los pocos lugares del mundo en que uno solo de sus monumentos justifica una visita al país.

Lo bonito de Angkor, además, es que si alguien llega aquí con la idea de que al final todas las ruinas son iguales, esa sensación le va a desaparecer de inmediato, en el momento en que lleves un par de horas paseando entre estos templos milenarios. Y es que pese a que parezca que Angkor es todo uno, no, no lo es. Cada templo tiene una identidad propia, profundamente marcada, que le aleja del resto y le hace único, pese a situarse tan cerca unos de otros.

Ta Prohm Camboya

Ta Prohm, junto al propio Angkor Wat, probablemente sea el templo camboyano que más se conoce a nivel mundial. El motivo no es otro que su desmedido exotismo: ¿quién no han fantaseado con caminar alguna vez entre esas ruinas de piedra a las que literalmente comen las raíces gigantescas de árboles descomunales? Quien no lo hubiera hecho antes al ver las fotografías en los libros de Historia, ya no tenía excusa tras la grabación aquí de la película «Tomb Raider». Parece increíble de lo que es capaz el cine: publicitar en sólo unos meses lo que durante siglos se ha transmitido del boca a boca. El caso es que si alguien desconocía la existencia de Ta Prohm, Lara Croft (o lo que es lo mismo, Angelina Jolie) se encargó de dar a conocer al mundo la gran joya camboyana. Y eso que en un principio esas mismas escenas tenían previsto grabarse en la Gran Muralla China.

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Hay veces en las que la intrusión en lugares históricos de la industria cinematográfica hace más mal que bien pero no creo que este sea el caso. Básicamente porque supuso una importante inyección monetaria (10.000 dólares cobraban las autoridades por cada día de rodaje) y ese dinero posteriormente de reinvirtió en las tareas de restauración y mantenimiento del templo. Camboya es un país en el que las empresas dedicadas al cine son prácticamente inexistentes, por lo que hubo que traer una treintena de camiones con todo el equipo desde Tailandia mientras el ejército camboyano reparaba a toda prisa las maltrechas carreteras. La fama mundial obtenida a raíz del estreno de la película ha proporcionado suculentos dividendos ya que además ha atraído a turistas de todo el mundo: todo lo que sea recibir capital para mejorar la calidad de vida de estas ruinas, bienvenido sea.

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Ta Prohm fue en su momento uno de los mayores templos que mandó construir Jayavarman VII. Su nombre original era Rajavihara, «el monasterio real», y el plan inicial era que estuviera dedicado a 260 divinidades, aunque finalmente se añadieron bastante más. Se cuenta también que el rey pretendía aquí enterrar a su madre en una tumba llena de diamantes (y se dice también que todas las piedras preciosas fueron robadas después por los ejércitos enemigos). El templo además sirvió como universidad de la época. Para ello no escatimó en gastos y dotó a Ta Prohm de 36 torres que simbolizaban los 36 cielos del budismo (Ta Prohm nació siendo un templo budista aunque después tornaría al hinduismo). De los 15 templos que el monarca Jayavarman VII construyó durante su reinado, este fue el más impresionante de todos.

Lo que hace de él un monumento tan especial es que durante cinco siglos permaneció oculto por la vegetación de la jungla. Cuando a principios del siglo XIX lo descubrieron los franceses, se encontraron con un espectáculo sin igual: las raíces de los árboles, gigantescas, en muchos casos mayores que un hombre, abrazaban las ruinas. La naturaleza, siempre tan sabia, había traído a cientos de pájaros, que depositaron semillas entre estas ruinas abandonadas y originaron una fusión perfecta entre la flora local y lo que había creado la mano del hombre. A ello contribuyó que las piedras utilizadas en la construcción eran extremadamente porosas, por lo que las raíces podían alimentarse del agua de lluvia que se almacenaba en los recovecos.

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La escena era tan bella que, haciendo gala del sentido común, decidieron dejar los árboles como estaban, talando únicamente la parte superior para evitar el colapso por el peso de las ramas. Pese a que se despejó de vegetación y maleza el interior de los templos, primaron los esfuerzos para preservar la imagen de Ta Phrom tal y como había permanecido durante tantos años, permitiéndole conservar ese aura romántica que ha hecho de él uno de los templos más bonitos del mundo. Cuando paseas entre las ruinas de Ta Prohm, te sientes insignificante ante la fuerza de una naturaleza tan poderosa, que lleva reinando aquí cientos de años.

Aunque actualmente Ta Prohm vaya asociado a esa sensación de abandono, lo cierto es que antiguamente era uno de los lugares más concurridos de Angkor: aquí llegaron a concentrarse más de 3.000 aldeas, con una población de casi 80.000 personas. 12.000 de ellas vivían para el mantenimiento del templo. En la práctica, de un total de 60 hectáreas que abarcaba el recinto, el propio templo sólo ocupaba una mínima parte y aún así sorprende su extensión, rememorando la importancia que los reyes khemeres daban a las construcciones religiosas. Como dato, comentar que, para ser conscientes de la magnitud del proyecto, el templo principal se encuentra custodiado por otros 60 templos menores, colocados a intervalos junto a las murallas. Dichas murallas llegan al kilómetro de longitud.

Gracias a la estela de piedra conmemorativa de su fundación que se encontró posteriormente, escrita en sánscrito y que data del año 1186, sabemos algo más de cómo era la vida alrededor del templo. Por aquel entonces existía una centena de hospitales distribuidos por todo el imperio khmer y se detalla el listado de productos que nunca debían faltar en sus dispensarios. Además, se explica como la mayoría de las personas que trabajaban para el templo (bailarinas, las conocidas apsaras, sacerdotes o sirvientes) tenían su residencia permanente dentro del recinto religioso.

A la entrada este (es hacia donde se orienta el templo y recomendamos el recorrido que comienza en la puerta oriental y acaba en la occidental) se encuentra una gopura con los cuatro rostros de Lokesvara. Un tipo de escultura muy similar al que predomina en Bayon, pues al fin de cuentas ambos templos fueron construidos rigiéndose por el mismo estilo (ya te lo contábamos en el artículo Bayon el templo de las mil caras) pero en este caso la gopura acabó derrumbándose por completo. Después tenemos el Hall de las Bailarinas, un grandísimo edificio con forma de cuatro patios y que, como su propio nombre indica, se dedicaba a danzas rituales en las que se rezaba por la prosperidad del imperio. Es el prólogo para una serie de construcciones concéntricas: ya habéis visto en otros artículos del blog que este tipo de estructura anillada era habitual en Angkor. Advertimos que al entrar es fácil sentirse desorientado, perderse en este laberinto de ruinas y pasar varias veces por el mismo lugar sin darte cuenta. Y todo ello pese a que el diseño fue «en llano», al contrario que en Angkor Wat, donde toda la estructura giraba en torno a un templo piramidal.

Cuando entres en esta parte del templo empezarás a toparte con la hipnotizadora visión de las raíces cubriendo buena parte de los edificios. Insistimos en que evites escalar entre las piedras, práctica en la que caen muchos turistas animados por los propios guías, por dos motivos: uno, para conservar intactas las estructuras; dos, por tu propia seguridad, ya que hay riesgo de accidentes. Cuando llegues al templo principal, te sorprenderá comprobar que este es menor que algunos de los templos satélites que le rodean o la propia biblioteca aledaña. En esta zona pudimos ver trabajando a algunos de los arqueólogos indios que desde 2002 se están ocupando de las tareas de restauración del templo, entre las que se incluye la sustitución de algunas esculturas dañadas.

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Dentro del recinto nos topamos con otra particularidad típica de los templos del reinado de Jayavarman II: la existencia de la Casa de Fuego, un edificio que solía servir como lugar de alojamiento para los viajeros que llegaban de lejanas tierras.

Otra de las curiosidades de Ta Prohm que mucha gente desconoce es que se ha encontrado tallada en uno de los pilares la figura de un Stegosaurus, ese dinosaurio que tenía el lomo cubierto de llamativas placas óseas. Esto nos lleva a pensar que los khemeres del siglo XII eran plenamente conscientes de la existencia previa de dinosaurios, que habían  poblado nuestro planeta 150 millones atrás. Como llegaron a dicha conclusión es la gran incógnita.

2 comentarios

  1. ¡Que bonitas fotos! Muero por ir a Camboya. 😍

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