Decía Voltaire, ese ingenioso e inteligentísimo filósofo francés, que el verdadero viaje de descubrimiento no es buscar nuevas tierras sino mirarlas con otros ojos. Viene a colación esta frase porque siempre he pensado que a la hora de coger la maleta, existe mucha gente que comete dos errores garrafales: los que viajan por exceso y los que lo hacen por defecto. Quiero decir con ello que el viajero actual, por un lado, cae a veces en ese feo vicio en el que el ansia de conocer destinos se antepone a todo lo demás: como si de una competición se tratara en la que se busca anotar ciudades en una agenda, son muchos los que se niegan a regresar a un lugar en el que hayan estado antes si eso equivale a sacrificar otros nuevos.

Más de una vez he viajado con gente a la que observaba atónita porque llegaban a un monumento, hacían veinte fotos deprisa y corriendo y salían zumbando al monumento siguiente sin ni siquiera haber disfrutado durante unos minutos del primero. Luego tenemos el caso contrario, igual de tóxico, la gente que todos los años se emperra en ir al mismo sitio de vacaciones con la excusa de «¿para qué voy a ir a otro lado con lo bonito que es esto?», negándose a sí mismos el placer que da descubrir nuevos destinos. Y no, os aseguramos que no exageramos: en una encuesta reciente, un 91% de los británicos (se dice pronto) reconoce preferir ir de vacaciones «a donde siempre». En mi opinión, ambas conductas son igual de perjudiciales y en el equilibrio entre ambas se encuentra la virtud.

No hace falta dar la vuelta al mundo para poder repetir en una ciudad, eso es algo que está fuera de toda duda. A fin de cuentas, el noventa por ciento de los viajeros somos gente normal, con trabajos que nos permiten un mes de vacaciones (reconozco que en mi caso algunos días más) y eso de tirarnos tres o cuatro años viajando sin descanso queda fuera de nuestro alcance. Lo que no es bueno ni malo, simplemente ha de adaptarse uno al presupuesto y los días de los que disponga. Si ojeáis con detenimiento en este blog los artículos de mis viajes, comprobaréis que han sido muchos los lugares donde he estado más de una vez. Pongo siempre de ejemplo a Amsterdam, ciudad que bate el record con cerca de treinta viajes allí, pero son otras muchas ciudades europeas como Londres, Lisboa, Bruselas, Barcelona o Berlín a las que también he viajado muy a menudo, por no hablar de Marruecos, país que me apasiona, mis tres viajes a Japón, los cuatro que he hecho a Estados Unidos, los dos a Cuba o los cuatro que he hecho  a Tailandia. Regresar a lugares que me enamoraron la primera vez que los pisé me ha regalado siempre infinidad de satisfacciones. Por ello tenía tantas ganas de escribir un artículo acerca de las ventajas y emociones que arrastra consigo el visitar un sitio más de una vez. Porque aunque se eche de menos esa sensación de las mariposas en el estómago ante lo desconocido, al mismo tiempo disfrutamos de lo antes ya visto con nuevos ojos.

Torre Eiffel Paris Amor Felicidad
París: esa ciudad que sabe a poco si sólo vas una vez

Cuando uno visita un lugar por segunda vez (o por tercera o por cuarta) ha de recordar siempre el primer viaje. Muchas veces los lugares apenas han cambiado pero nosotros sí. A menudo los viajes se hacen cuando eres muy joven: pongo por caso mi primer viaje a París cuando sólo tenía diecisiete años. ¿Preparación? Cero patatero. A esa edad lo de tirarte los meses previos tomando apuntes en una guía no se te pasa ni por la imaginación. Improvisación divino tesoro. Disfrutas de París, claro que sí, pero lo haces aún mucho más cuando regresas de nuevo con cuarenta años, después de haber leído a los grandes escritores franceses y haber visto en teatro «Los Miserables» o «El fantasma de la ópera». Además, recuerdo que la primera vez que fui a París pensé «aquí he de volver en el futuro con la que sea mi pareja». Y sí, efectivamente, regresé con Juan. Estar con la persona a la que quieres en la que está considerada la ciudad más romántica del mundo da al viaje un sabor diferente.

Hablando de compañías, estas son igual de importantes a la hora de viajar. Existe ese dicho que reza que nunca sabes lo amigo que eres de alguien hasta que haces un viaje con él. Por suerte, en mi caso el noventa por ciento de las veces las experiencias han sido más que satisfactorias, tanto que casi siempre he repetido viajes con amigos con los que la primera aventura fue inolvidable. Pero también he viajado con gente (no todo puede ser perfecto) que se ha traído a los viajes sus problemas personales (¡error!¡las mierdas siempre hay que dejarlas en casa!) y se han tirado todo el viaje quejándose por niñerías y poniendo pegas a cualquier plan que se propusiera, en vez de sentirse privilegiados por encontrarse en un lugar fascinante. Esto no es sólo agotador psicológicamente hablando para los que te acompañan sino que también mengua el disfrute de tus colegas viajeros. También es verdad que uno ha de mentalizarse que nada ni nadie puede fastidiarte unas vacaciones (nosotros incluso una vez dejamos tirado en mitad de viaje a uno de estos personajes y menudo descanso, a grandes problemas, grandes soluciones) pero es cierto que eso te puede dejar la sensación de querer regresar a un lugar sin tener que aguantar a ningún tocapelotas.

Parece una tontería pero el clima es un factor importantísimo a la hora de viajar. No imprescindible, eso sí, pues como siempre digo, «al mal tiempo, buena cara», y ya que estás de vacaciones, uno debe adaptarse a las circunstancias, por muy adversas que estas parezcan. ¿Que te hace un frío de mil demonios? Pues bufanda y guantes, seguro que en tu ciudad no te permiten que faltes al trabajo porque estés a cuatro grados bajo cero. Pero también es verdad que no hay cosa que más rabia dé que planear un día de playa y que amanezca lloviendo, que quieras ir a visitar una aldea africana y el calor no te deje ni salir del coche o que te avisen que llega un huracán y no te puedas mover del hotel. Hay gente que sólo puede viajar en verano y se encuentra en la India con un monzón de los que animan a cortarse las venas, otros que van a esquiar y se ven con cara de tontos ante las pistas cerradas por falta de nieve y los que se frotan las manos esperando una maravillosa jornada de snorkel y les dicen los del ferry que se quedan en tierra porque está lloviendo a cántaros.

Luego tenemos el caso de visitar ciertos lugares en plena temporada alta, llámese Agosto, Navidad o Semana Santa: hay tanta gente que no te puedes ni mover, las colas para los restaurantes dan la vuelta a la manzana y las de los museos desafían a toda lógica. Nos pasó en nuestro último viaje a Sintra, esa bellísima ciudad portuguesa en la que ya habíamos estado otras veces: al ser Semana Santa, tardamos casi una hora en entrar a la Quinta da Regaleira cuando la vez anterior habíamos ido en Enero y la habíamos estado recorriendo practicamente solos.

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Nadie nace sabiendo y por muy concienzudamente que uno prepare un viaje, siempre habrá cosas en las que te equivoques, desde la elección del hotel al cálculo del tiempo de transporte entre unos puntos y otros, las comidas que pensabas que te iban a encantar y te han dado de recompensa un cólico que no te sostienen las piernas, los timos a los que nadie nos salvamos de estar expuestos, los monumentos que parecían mucho antes de ir y en la práctica te decepcionaron o las playas que se prometían desiertas y en la realidad están llenas de sombrillas y chiringuitos. Toma nota de todo lo que no quieres que te vuelva a ocurrir.

Cuando antes hablaba de recordar ese primer viaje esta segunda vez, no es sólo para aprender de los errores que cometimos entonces sino también para poder hacer todo lo que nos quedó pendiente. Cuando preparo un viaje, jamás tiro las notas previas ya que, es inevitable, siempre te quedan planes por cumplir. Además, en un primer viaje, es lógico, tendemos a poner los monumentos ineludibles los primeros de la lista: si uno va a Roma, uno de los lugares que primero va a visitar es el Coliseo, y si es Nueva York, será la Estatua de la Libertad. Dependiendo de los días que tengas, podrás explorar más o menos pero está claro que siempre te va a faltar algo. A mí me encanta regresar a una ciudad en la que ya he estado y pasearme por barrios en los que a lo mejor apenas hay atractivos turísticos pero el ambiente es mucho más auténtico y la gente vive su día a día saliendo a la compra o hablando con los vecinos en la puerta de casa. Lo bueno de estos vecindarios es que encima apenas tienen turistas y suelen esconder cafeterías y restaurantes mucho más modestos que los del centro pero en los que se come mejor y por mucho menos dinero.

Y ya que citamos el dinero, este es otro motivo para repetir en ciertos sitios: las monedas fluctuan muchísimo de un año para otro. Países que antaño nos parecían inasequibles porque nos resultaban carísimos, caso de Japón en los tiempos que la peseta no podía competir contra el yen, fue llegar el euro y que la balanza se equilibrara: me he gastado menos en mis viajes japoneses que en otros muchos por Europa. Argentina es otro claro ejemplo de lo rentable que resultaba viajar allí cuando sufrieron el corralito. Y tenemos también el caso contrario: en USA antes iba con la maleta vacía y me la traía llena; ahora los precios están tan altos y el dólar tan fuerte que lo habitual es que te cobren treinta dólares por un refresco y una hamburguesa. Como veis, también hay lugares en los que es mejor esperar antes de regresar de nuevo.

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Incluso aunque repitas en esos monumentos o rincones a los que todo el mundo va, como la Torre Eiffel o las Pirámides, es cierto también que cuando visitas un lugar y te quedas profundamente impresionado por lo que has visto (que generalmente supera con creces todas las fotos que te sabrás de memoria antes de ir, que me lo digan a mí cuando vi la Bahía de Halong) sueles regresar a casa con la curiosidad aumentada y es común ponerse a leer libros sobre los sitios que has visitado. A mí me pasó, por poner uno de muchos ejemplos, en Mérida; después de recorrerla, me leí unos cuantos libros sobre gladiadores y aprendí un montón de cosas sobre cómo era su forma de vida, que poco tenía que ver con lo que nos enseñan en las películas. Así que probablemente cuando regreses a una ciudad estés aún mucho más documentado que la primera vez y te regodearás sabiendo secretos de los que antes desconocías su existencia.

Hay gente que se queja de que visitar un lugar por segunda vez puede resultar aburrido. Creo que ello tiene más que ver con la escasa amplitud de miras. Las ciudades continuamente se están reinventando y siempre ofrecen planes nuevos. Exposiciones temporales que duran un suspiro y coinciden con tu viaje, restaurantes innovadores que estás deseando conocer, estrenos de obras de teatro y musicales, monumentos nuevos (sí, no todos se construyeron hace quinientos años). Como ya conocerás muchos sitios, tendrás más tiempo para dedicarlo a esas zonas de la ciudad que pasan por alto los turistas. Si ni los propios locales pueden decir que se conozcan su propia ciudad al cien por cien, imagínate tú. Yo misma, que soy adicta a pasarme horas y horas paseando por Madrid, me doy cuenta de la cantidad de lugares que no conozco y los que me quedan. Por ello es bueno que cuando regreses a un lugar tires de otras guías de viajes, consultes otras webs y, sobre todo, hables con gente que también haya estado en dicha ciudad varias veces: seguro que te pueden recomendar lugares estupendos de los que no habías oído hablar.

Si has estado a gusto en un hotel o en una casa de huéspedes ¿por qué no repetir? Siempre que voy a Bangkok me quedo en el mismo hostal. ¿Para qué voy a buscar otro sitio si todo me gusta, la localización es buena y el precio un chollo? Además, está comprobadísimo que cuando ya te conocen en un sitio, te suelen tratar mejor. Saben que si repites es porque tu estancia anterior fue de lo más positiva.

Otra de las cosas que me encanta de repetir destino es hacerlo con alguien para quien sea su primera vez. Les has hablado tantas veces de lo maravilloso que es tal sitio, de la cantidad de recuerdos que te trajiste, que no puedes esperar a ver su caras cuando ellos lo vean por primera vez y descubrir en vivo si se quedan tan impresionados como te quedaste tú. Si hay algo que realmente nos anima a viajar, esto es el relato de los demás: la de veces que alguien te habrá narrado un viaje y habrás pensado «¡tengo que ir!». No hay mejor promoción turística que la que hacen los propios amigos.

Y ya por último… ¿Cuántas veces hemos conocido a gente local en unas vacaciones, lo hemos pasado maravillosamente con ellos, les hemos prometido volver… y nunca lo hemos hecho? ¿Encuentras una mejor excusa que esta para regresar a un lugar, el poder reencontrarte con viejos amigos y disfrutar de una cerveza juntos?

4 comentarios

  1. no puedo estar más de acuerdo con tus palabras… Pienso que cualquier viajero de verdad sonreirá mientras lee tu post al verse identificado 😉 aún me emociono al pensar lo feliz que estaba de poner los pies por segunda vez en Japón y apenas necesitamos 3 días del segundo viaje para asegurar que repetiremos…, o nuestro regreso a París, el que fue el 1r destino con mi pareja varios años después… creo que es en un segundo viaje cuando tomas consciencia realmente de lo que es ese lugar, de su gente y de su cultura. Y qué decir de esos viajeros «ansias» que solo tachan lugares de una lista sin disfrutar de ellos, o de gente con quién crees que disfrutarás del viaje y te lo amargan… Viajar no es fácil, requiere de múltiples habilidades que para muchos pueden pasar desapercibidas, y como todo necesita su crecimiento y experiencia.

    Un saludo!

  2. Gracias por tus palabras! A mi con Japón me ocurrió lo mismo e incluso creo que disfruté más el viaje la segunda y tercera vez al conocer ya muchas cosas y sentirme más suelta. Efectivamente, París es un lugar que se disfruta mucho más en pareja. Y sí, tachar destinos por tacharlos es tontería. Un abrazo!

  3. estoy tan de acuerdo!! amo volver a lugares a los que ya fui antes, repetí mcuhas cuidades (París, Praga, NY, Roma, Florencia, Venecia, Köln), y este año estoy por ir por 3ra vez a Londres. Siempre queda algo por ver, algo por hacer. Si la primera vez gustó, hay que volver en otro momento de la vida. Y si no gustó tanto, darle una segunda oportunidad e ir con otra mentalidad. La idea es disfrutar de los lugares y enamorarse de todos los rincones.. ver por ver no sirve de nada.

  4. Carolina, estoy muy de acuerdo en lo de que hay lugares que por diferentes motivos, la primera vez no calan y sí lo hacen una segunda!

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