Hace años, cuando estuve visitando a una buena amiga que vive en Portland, su marido (californiano) me contaba lo enamoradísimo que se encontraba de nuestro país y lo mucho que disfrutaba cada vez que venían a España. Ante mi pregunta de cuál era la costumbre que más le había sorprendido de los españolitos, soltó una carcajada y me dijo «¡los suelos de los bares están llenos de mierda!» Y no pude evitar reírme con él porque estamos tan acostumbrados a esa fea costumbre que yo ni caía en ella cuando entraba en un antro de estos tan hispanos. Va a ser el primer hábito del que hablaremos en esta lista que hemos elaborado con las costumbres tan nuestras que dejan a los extranjeros con cara de circunstancias. Los españoles debemos ser los primeros en tomarnos estas cosas con humor. ¿La excusa? ¡Spain is different!

El suelo de los bares: la papelera universal

Cáscaras de gambas, huesos de aceitunas, palillos, servilletas arrugadas… Nadie en su sano juicio entraría en ciertos bares españoles con unas sandalias. Excepto los guiris, que son muy dados a usarlas: como muchas veces las llevan con calcetines, al menos protegerán los pies de pillar enfermedades erradicadas hace dos siglos. Adentrarse con dicho calzado en uno de nuestros típicos tugurios debería considerarse deporte de alto riesgo. El caso es que nunca he logrado entender cómo las inspecciones de Sanidad pasan por alto un tema como este (supongo que ellos lo verán tan normal como nosotros) ni en qué se basan los bares para permitir esta práctica. Imagino que nuestro subconsciente asociará encontrarse un suelo más sucio que el sobaco de una tonta al hecho de que hay muchos clientes y, por tanto, el bar merece la pena. Pero con la facilidad que tiramos la porquería al suelo no debería ser algo de lo que estuviéramos orgullosos. Lo curioso es que muchos extranjeros se agarran a eso de «donde fueres, haz lo que vieres» y hacen lo mismo, supongo que porque como no lo pueden hacer en sus países, se sienten un poco rebeldes y así de paso se mimetizan con la fauna local.

Los españoles no hablamos castellano

¿Eres finlandés y te has esforzado por aprender unas cuantas palabras en castellano para chapurrearlas aquí? Te va a dar lo mismo: no vas a entender lo que te respondan. El idioma oficial del reino es el castellano pero entre los acentos tan cerrados que nos gastamos dependiendo de las regiones donde vivamos, el argot al que somos tan asiduos, las palabras tan típicas de cada provincia y el hecho de que haya idiomas extras como el euskera, el gallego o el catalán, el pobre extranjero comienza a preguntarse si aquí no hablaremos un tipo de esperanto que ni nosotros comprendemos. Si muchas veces a los españoles nos cuesta entendernos entre nosotros, imaginaos a ese pobre rubiazo de dos metros que se tritura el cerebro intentando entender qué significa «tronco, si quieres encontrar el tigre, date un voltio hasta el final del bar ¿te pispas?». Si Cervantes asomara la cabeza desde dentro de su tumba, se tiraría de los pelos del bigote.

Los españoles tampoco hablamos inglés

Afortunadamente, en las grandes ciudades cada vez más gente habla inglés y muchos carteles están escritos en dicho idioma para facilitar la vida a los extranjeros. Pero prueba tú a irte a una aldea de Extremadura y preguntar por alguna calle. Muchos pensaréis «pero eso fijo que también ocurre en Noruega». Error. En muchos otros países el inglés en la práctica es un segundo idioma y lo habla todo el mundo, desde los críos pequeños hasta los abueletes.  Pero de la poca costumbre que hay en nuestro país por hablar inglés la culpa no la tenemos nosotros, la verdad sea dicha. Durante los cuarenta años que duró la dictadura, el señor Francisco Franco pensó que para qué queríamos aprender inglés, si aquí los únicos españoles que salían al extranjero eran los que emigraban para huir de su régimen opresivo. Y luego está esa mala costumbre que tenemos de doblar las películas. Por fortuna, las nuevas generaciones están mucho más preparadas y son los hijos los que traducen a sus padres las instrucciones de ese lavavajillas que acaban de comprar y que sólo están escritas en inglés. Aún con eso, pervive un tipo de especimen muy particular y muy español-español que excusa su ignorancia diciendo que son los extranjeros los que tienen la obligación de aprender castellano si vienen aquí de vacaciones y pensando que si les gritan (en castellano también) les entenderán mejor.

La siesta es sagrada

Aunque los españoles, muy ufanos, nos enorgullecemos de que la siesta sea un invento nuestro, lo cierto es que ésta se practica en muchos lugares del mundo, especialmente en lugares donde hace mucho calor. Pero es en España donde se ha convertido en un modo de vida. Apretarse una fabada o un cocido e irse después a dar un paseo para bajar la comida sería lo más saludable. Pero no, nosotros nos empeñamos en echarnos un «sueñecito» que facilmente puede irse hasta las dos o tres horas (algunos hasta se ponen el pijama y se meten en la cama). La programación de los canales de televisión, que los fines de semana echan películas rodadas con doscientos euros, ha ayudado enormemente a que la costumbre de la siesta haya sobrevivido hasta nuestros días.

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En España somos de lo más europeos

Dile a un extranjero que se de una vueltecita por Córdoba o Granada. Y entenderá perfectamente (mucho mejor que muchos racistas españoles, que desgraciadamente cada vez hay más) que el sur de nuestro país conserva intacta no sólo la arquitectura árabe sino también muchas costumbres del norte de África, como sentarse en la terraza de los bares en fila a ver pasar la gente (eso lo he visto mucho en Huelva y es super típico de Marruecos), enfrascar los alimentos, expresiones como «si Dios quiere» (que provienen del «insha- Allah» musulmán) o la cantidad de pueblos y ciudades españolas cuyos nombres comienzan por el prefijo-Al.

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Mezquita de Córdoba

Comemos dos horas más tarde que en el resto de Europa

Incluso en Portugal, un país cuyas costumbres son muy parecidas a las nuestras, están sentados a la mesa a la una del mediodía: olvídate de encontrar un restaurante donde te sirvan más allá de las tres. Pero en España hay infinidad de lugares donde puedes comenzar a comer a las cuatro de la tarde y por la noche, raro es el que cena antes de las nueve. Estos horarios les chocan muchísimo a los extranjeros, que no pueden entender cómo hacemos cenas tan tardías y nada frugales: son muchas las casas donde para cenar se sirven dos platos y postre (y si me apuras, copa y puro).

No a todos nos gusta la tauromaquia

Los datos no mienten: una encuesta reciente ha desvelado que un 84% de los jóvenes españoles se sienten profundamente avergonzados de vivir en un país donde aún se practica el toreo. Es decir, que aunque por ahí fuera nos sigan viendo como unos bárbaros que aún disfrutan de ver cómo se tortura a un animal, en la práctica somos mayoría los que estamos en contra de esta aberrante tradición, pese a que los políticos pasen de nosotros y sigan dando jugosas subvenciones a la tauromaquia. Y aunque muchos extranjeros van a las corridas porque les parece de lo más typical spanish, también son mayoría los que huyen como la peste de cualquier plaza de toros. Ojalá con el tiempo la tauromaquia acabe desapareciendo y se nos deje de asociar con la tradición más vergonzosa de la cultura española.

En España no siempre brilla el sol

Muchos extranjeros se sorprenden cuando llegan a España en pleno invierno y se dan cuenta que no sólo el clima no empuja a bañarse en la playa (a excepción de Canarias) sino que además llueve y hace frío. Que les pregunten a gallegos, asturianos o vascos cuantas veces ven el sol en pleno mes de Enero. Aún así, es habitual ver a muchos extranjeros en manga corta en pleno invierno: a un sueco dos grados le puede parecer una temperatura de lo más primaveral comparándolo con los quince bajo cero que tienen en las mismas fechas en su país.

umbrella

No todos los días comemos paella

A mí me encanta la paella, que conste. De hecho, siempre digo que el arroz es el único alimento que podría comer todos los días sin cansarme, ya que tantas formas existen de prepararlo. Pero eso no significa que sea mi menú diario, ni el mío ni el del resto de los españoles. Si de algo puede enorgullecerse nuestra gastronomía, es de su infinita variedad. Muchos extranjeros descubren al llegar a España el gazpacho, las fabes, la butifarra, la sobrasada, las migas o el cocido madrileño. Y aprenden que hay vida más allá de la paella y que la ensalada está más rica si se la aliña con aceite de oliva.

Los bares abren hasta las tantas

Esa es una de las cosas que más echo de menos cuando viajo a Europa ¡lo prontísimo que cierran los bares! Aquí estamos acostumbrados a salir a las diez de la noche, la misma hora a la que están echando el cierre muchos bares europeos. Y la vida nocturna no sólo la disfrutan los fiesteros: es común ver a familias con sus niños tomándose una caña a la una de la madrugada en cualquier terraza. Quizás ese sea el motivo de cenar tan tarde: porque luego nos queda mucha noche por delante. Y anda que no tenemos bares para elegir: después de Chipre, somos el país de mundo con más bares por habitante.

La puntualidad no es lo nuestro

Yo me considero a mí misma una especie en extinción: odio a la gente que llega tarde. Yo soy de las que suelo llegar con diez minutos de antelación a las citas ¡me muero de vergüenza si alguien ha de esperar por mi culpa! Pero en España, reconozcámoslo, esto no es lo habitual, la gente llega tarde por costumbre. Los británicos, obviamente, se desesperan con ese cuarto de hora de margen que la mayoría de la gente se toma libremente cuando ha quedado con alguien.

Ruido, ruido y más ruido

Qué feliz soy yo en el metro de Tokio, donde no habla nadie. Pero en España el griterío y el vociferio es lo habitual. Hablamos muy alto, algo que sorprende mucho al de fuera, y entrar a cualquier bar supone tener que alzar la voz por encima de las demás. Lo de llamar a gritos a una persona que se encuentre en la otra acera o que las madres chillen desde los balcones para que sus hijos suban a cenar es una práctica de lo más común. De los programas de televisión tipo el «Sálvame» ya ni hablamos: un montón de chonis despellejándose a grito pelado. Los mismos que ven normalísimo pitar con el coche a las cuatro de la tarde para que bajes a la calle en vez de llamarte por el telefonillo.

La tapa no es una comida: es una forma de comer

No creáis que son pocos los extranjeros que llegan a España creyendo que la tapa es una comida típica de aquí. Y es entonces cuando hay que explicarles lo que significa tapear. En otros lugares de España no es tan habitual que te la pongan gratis pero por ejemplo aquí en Madrid, yo siempre digo que si voy a un bar y no me ponen tapa con la caña, no vuelvo. Las tapas tienen tanto éxito entre los extranjeros que ya en muchos lugares del mundo puedes encontrar bares de tapas. Pero las cosas como son, son meras imitaciones: como aquí en ningún lado.

Tapas España Costumbres

La tortilla española no es como la tortilla mexicana

¡En absoluto! ¡La nuestra está mucho más rica! En realidad, poco tienen que ver la una con la otra: la mexicana es una torta de maíz y la tortilla española lleva huevos, patatas y ya dependiendo del gusto del consumidor, cebolla (a mí la tortilla sin cebolla no me sabe a nada). Luego tenemos la tortilla francesa, un invento de los gaditanos que a principios del siglo XIX, acosados por los franceses y ante la falta de alimentos, se vieron obligados a quitar la patata a la tortilla y hacerla sólo con huevos. Cuando los extranjeros vienen a España y descubren el gustazo que supone desayunar un pincho de tortilla, se olvidan rapidamente de sus tostadas con mermelada.

Cuando estás comiendo, hablas de comida

Os aseguro que han sido cientos de comidas y cenas a las que he asistido en las que el motivo principal es la comida. Que si mira qué restaurante descubrí el otro día, que si hay que ver qué ricas le salen a mi madre las lentejas, que si el otro día encontré una tienda con especias de lo más raras… Todo ello mientras nos apretamos un chuletón de medio kilo. Los extranjeros alucinan de nuestra obsesión con la gastronomía.

Hasta las narices de procesiones

Yo, como soy una atea de tomo y lomo, huyo de las procesiones como de la peste. Pero a los extranjeros les encanta unirse a los beatos para presenciar el paso de santos y vírgenes y se les ponen los ojos como platos cuando ven a la gente llorando de emoción «ante mi querida Macarena» o pegándose de hostias por tocar el manto de la Vírgen del Rocío. En España las costumbres católicas nunca se pasan de moda.

Nos gustan los tacos más que a un tonto un lapicero

No hablamos de los mexicanos, obviamente, sino lo que a los niños se les prohibe decir porque se les va a poner la lengua sucia: las palabrotas. Y además nos hace mucha gracia que sean las primeras palabras que vamos a enseñar en castellano a un extranjero: nos morimos de la risa cuando escuchamos a un alemán decir «coño», «gilipollas» o «me cago en la puta». Además, tenemos mil expresiones con tacos para expresar lo felices que somos o lo mucho que nos enfada algo. Traducir este tipo de expresiones a un guiri es una labor merecedora del premio Nobel.

Que viva el botellón

Aunque las autoridades persiguen a los que beben en la calle, muchas veces miran para otro lado porque lo de «hacer botellón» es algo que llevamos en la sangre y no sólo cuando somos jovencitos. Al precio que están los cubatas en los bares no nos queda otra. A los extranjeros les encanta sumarse a la fiesta en cuanto tienen ocasión y suspiran pensando en cuando importarán el botellón a sus propios países.

Los españoles somos gente simpática

Sin caer en tópicos… la verdad es que sí. Habrá excepciones, claro, pero en general, esa fama que nos precede de gente agradable, hospitalaria y dicharachera está más que justificada. Aunque eso no significa que estemos todo el día de fiesta, como muchos extranjeros creen: de hecho los españoles, después de los griegos, somos los que más horas extras echamos sin que nos las reconozcan ni nos las paguen.

18 comentarios

  1. Jjajajajaj, muy buena entrada, me he reído mucho 😉 Un abrazo!

  2. ¡Vaya risas que me he echado , desde luego que es la vida misma!!! ¡¡Sobre todo lo de creer que aquí solamente comemos paella!!

  3. ¡ay, però que Bueno! me he reído un ratazo y es que en cada punto que dices, se me ocurría algún comentario en plan, ¡es verdad! o ¡cuanta razón! y sobre todo, ¡yo pienso igual! así que chapeau.
    Es una manera muy divertida e irònica de reflejar tanto los puntós Fuertes de España como los débiles, los cuales por favor, habría que ir mejorando porque algunos dan entre susto y vergüencita ajena.
    Abrazos viajeros!

  4. Muy de acuerdo. La intención era hacer el artículo en plan irónico, intentando por un lado desligarnos de algunos tópicos que arrastramos como que a todos nos encanta el toreo pero también incidiendo en otras cosas que como bien dices aún son de la España profunda… ¡un besazo!

  5. ¡ Me encanta tu página y todos tus artículos ! Me he leído de pe a pa todos y me has ayudado muchísimo a preparar el viaje a Japón que hice el pasado verano, siguiendo tus sabios consejos (el paseo por el cementerio de Yanaka en Tokyo es imperdible)
    Sólo una pequeña queja (en plan broma por supuesto): siempre que habláis (sobre todo los meteorólogos televisivos) del norte peninsular mencionáis (y en este orden): gallegos, asturianos y vascos. ¿ No se os olvida algo?
    ¡ Un besazo muy fuerte desde Cantabria y sigue deleitándonos con tus artículos !

  6. Pues tienes mucha razón ¡los cántabros también existís, como Teruel! 😉 Y además tenéis una tierra preciosa con unos pueblos super bonitos ¡tenemos que volver por allí para hacer algún artículo! Me alegro mucho de que te sirvieran los consejos para Japón: el cementerio de Yanaka es un lugar muy especial y además apenas van turistas. Gracias por seguirnos y esperamos verte de nuevo por aquí, un abrazo!

  7. Por supuesto que me veréis por aquí de nuevo. Ya te digo que soy un fan, fan. Y aquí arriba os esperamos cuando queráis con los brazos abiertos ( y un buen cocido montañés, of course, jejeeje).
    Un abrazo Maribel,
    Valito

  8. La última vez que estuvimos hará un par de años nos comimos precisamente un cocido lebaniego en Potes…¡de los pueblos más bonitos de España!

  9. Me ha gustado mucho la entrada y es muy cierto todo lo que dices jajajaja… supongo que tenemos un poco mareados a los extranjeros que acuden con la mente puesta en los toros..el sol.. jajajajaj… también te digo que el tópico de España es diferente no es tan tópico ..más bien una realidad… hace poco que hice este blog y entro de vez en cuando… me ha gustado mucho tu blog..un saludo y enhorabuena..

  10. Es que es lo que se vende turísticamente hablando y la realidad tiene a veces poco que ver con eso… Gracias por las felicitaciones y por seguirnos, un abrazo!

  11. Me ha encantado 🙂 tal cual, para los guiris se venden conceptos: paella toros flamenco y sol …
    está genial tu blog

    Un besiño 🙂

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