Sólo hay dos cosas que llevo fatal a la hora de viajar. Una, esos interminables trayectos de avión de diez horas en las que ya no sabes cómo poner las piernas y das tantos paseos por los pasillos que te conoces de memoria las caras del resto de los pasajeros. La segunda, esta muchísimo más importante, es lo mal que llevo tirarme un montón de días sin ver a nuestros dos gatos, Vikernes y Melissa (por cierto, que la foto de Viker cuando era cachorro es la que ilustra este post, que ya tenía yo ganas de hacerle protagonista de un artículo del blog). Aunque durante estos seis años que llevan en casa hemos comprobado que se quedan muy bien cuidados cada vez que viajamos y hasta nos mandan fotos y vídeos para que confirmemos que siguen viviendo como reyes (el que convive con gatos ya sabe quienes son los amos de la casa), es cierto que allá donde vayamos siempre se nos dispara nuestra vena felina. Haber estado en una ciudad como Estambul, que probablemente sea la urbe donde más se cuida y mima a los gatos callejeros (hasta el punto que se les ha dedicado un documental y un dicho popular reza «quien mata a un gato, deberá construir una mezquita para obtener el perdón divino»), nos ha hecho sentir que los nuestros no estaban tan lejos.

Pero Turquía no es el único país del mundo donde se adora con ferviente admiración a los gatos, aunque es cierto que en los países orientales es donde su figura está más mitificada. Teniendo en cuenta que hay cerca de 400 millones de gatos caseros a lo largo y ancho del planeta, los felinos son unos rivales a tener en cuenta a la hora de hacer caso al dicho «el perro es el mejor amigo del hombre». Desde que hace más de 10.000 años los egipcios comenzaran a dejarles entrar en casa, los gatos han sido compañeros inseparables de fatigas de los humanos, sin por ello perder su espíritu salvaje (yo observo muchas veces el comportamiento de los míos y tengo clarísimo que son dos pumas en miniatura). Y no hagáis caso a los que dicen que son ariscos o que no saben demostrar afecto porque probablemente no habrán vivido con un gato en su vida. Son cariñosos, leales, agradecidos, nobles y bastante más inteligentes que muchas personas que conozco. Así que bien que se merecen un artículo en nuestro blog en el que recorramos esos destinos felinos que harán las delicias de los gatunos.

Viajes Gatos

Comenzamos por donde nos coge más cerquita: nuestro propio país. Y empezamos por Lloret del Mar en Cataluña con la Casa de los Gatos, un museo que se abrió hace ahora quince años y cuya responsable es Vera Novoselova, una rusa a la que curiosamente no permitieron tener gatos cuando era pequeña.  Vera expone en un edificio de tres plantas su colección de más de 2.000 piezas dedicadas a los gatos y cobra una entrada de sólo tres euros.

No es el único museo dedicado a los gatos. Podemos encontrar también en Singapur el Cat Museum (no olvidemos que el nombre de la ciudad en malayo, Singa-Pura, es en honor al más conocido de los felinos, el león) y otro en San Francisco, donde se repasa concienzudamente la historia de los gatos en el mundo, la importancia que tuvieron  en el Antiguo Egipto, la cantidad de películas que han protagonizado y donde constantemente realizan diferentes exposiciones.

En Amsterdam podemos visitar el KattenKabinet, un curioso museo en el que se exponen obras de arte inspiradas en gatos, desde pinturas a esculturas, bocetos y mosaicos, y también hay uno en Poezenboot  (El Barco de los Gatos) en el canal Singel, donde recogen mininos abandonados y permiten visitas, voluntarios y posibles adoptantes. En Minsk (Bielorrusia), en Kotor (Montenegro), en Sylva (Carolina del Norte, USA), en Shizuoka (Japón) y en San Petersburgo (Rusia) también podremos visitar museos dedicados a nuestros amigos cuadrúpedos.

En Kuching (Malasia) tienen tan claro su amor por los felinos que el propio nombre de la ciudad deriva de la palabra kucing, que significa gato. En una urbe multicultural como pocas, donde conviven en paz chinos, hindúes, malayos y miembros de las tribus locales, el gato ha tenido una importancia vital en la cultura de cada una de estas etnias: para los chinos es símbolo de buena suerte y para los musulmanes es un animal casi sagrado que a menudo es mencionado en el Corán. Además, han sido imprescindibles a la hora de combatir plagas de ratas en esta zona de Borneo, evitando de este modo la propagación de enfermedades y epidemias, por lo que es comprensible que sus habitantes les estén profundamente agradecidos. Lo demuestran dedicándoles uno de los museos felinos más importantes del mundo, una emisoria de radio, la Cats FM, cafeterías como la Meow Meow y múltiples estatuas repartidas por toda la ciudad.

Continuamos en Asia y nos vamos al norte de Taiwan, donde existe una pequeña villa llamada Houtong donde viven cientos de gatos, bastante más que personas. El pueblo está dividido en dos mitades: en la primera se agrupan los restaurantes y los comercios y la segunda es territorio de los mininos. Los habitantes del pueblo se ocupan de alimentarles y un pequeño equipo de veterinarios vela por su bienestar: la «gatomanía» está tan extendida que las tiendas venden Cds con música de maullidos de gatos, estatuillas de cerámica, orejitas de terciopelo, bufandas, broches… todo tipo de artículos de temática gatuna.

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Y en Asia seguimos, esta vez en Japón, en la isla de Aoshima. En el País del Sol Naciente hay varias islas superpobladas por gatos como Enoshima, Okishima, Sanagishima, Muzukijima, Manabeshima o Iwaishima pero Aoshima es la más popular. En esta pequeña isla hay seis gatos por cada humano: en el pueblo apenas viven 20 personas. Los gatos llegaron a la isla hace casi un siglo para combatir las plagas de ratones que infestaban los barcos de los pescadores. Y aquí se quedaron. Contrariamente a lo que sucede en otras poblaciones, los habitantes de Aoshima no pretenden vivir del turismo que puedan generar los gatos: a fin de cuentas, sólo hay un ferry diario capaz de transportar a 34 personas, por lo que tienen garantizado seguir viviendo en paz.

Hablábamos al principio del reportaje de Estambul, una ciudad donde nos sorprendió para bien ver como los vecinos bajaban con ollas gigantes de comida para los gatos del barrio y podías encontrarte a gatetes dentro de tiendas, pastelerías y hasta mezquitas. Pues también contamos con un hostal, el Stray Cat, donde los gatos vagan por todas partes, pasillos y habitaciones incluidas.

En el pueblo de Ypres (Bélgica) cada segundo domingo de Mayo (con un descanso de tres años entre un evento y otro) desde 1955 se celebra el Kattenstoet, el Festival de los Gatos. Afortunadamente, ya se erradicó hace más de un siglo esa bárbara costumbre en la que se tiraba a un gato desde una altísima torre para demostrar que era capaz de sobrevivir a la caída (lo que no siempre ocurría) y actualmente el festival se dedica a prácticas más sanas, como desfiles, fiestas de disfraces, elección de la Cat Queen y sus damas de honor, bandas de música y lanzamientos de gatos de juguete.

Cuando estuvimos en Roma, otro lugar que nos llamó mucho la atención fue Torre Argentina. En estas ruinas donde en la antigüedad fue asesinado Julio César, ahora podemos encontrarnos un santuario con más de 200 gatos. Durante medio siglo alimentaban a la colonia unas buenas samaritanas (las gattare) pero a mediados de los 90 se logró el apoyo de la Sociedad Italiana para la Protección Animal, que consiguió que muchos de estos gatos se adoptaran y los veterinarios se ocuparan de administrar vacunas y hacer esterilizaciones. Aún así, la organización que gestiona Torre Argentina sigue lidiando con el ayuntamiento, que no ve con buenos ojos la existencia de esta colonia de gatos callejeros.

Talkeetna (Alaska) no sólo sirvió de inspiración para la famosa serie «Doctor en Alaska» sino que además alcanzó fama mundial cuando sus 800 habitantes decidieron que no les convencía ninguno de los candidatos a las elecciones municipales y eligieron como alcalde simbólico a Stubbs, el gato más querido del pueblo y que fallecía hace sólo un mes con 20 años, lo cuál es una larga vida para un gato. Desde que saltó la noticia, cerca de mil turistas mensuales se acercan a conocer Talkeetna.

Tenemos monumentos de gatos repartidos a lo largo y ancho del mundo. Desde la estatua en honor de Hamish McHamish en St. Andrews (Escocia) a la de Yelisei en St. Petersburgo (que simboliza a todos esos gatos que debido al hambre fueron devorados en Leningrado, como se llamaba la ciudad entonces, durante la Segunda Guerra Mundial, por lo que las ratas acabaron con las pocas reservas de comida que se guardaban en las despensas y hubo que traer gatos de las aldeas cercanas), desde el gato Tombili en Estambul a Trim, el gato que acompañó al capitán Flinders en sus expediciones australianas, el gato Panteleimon que murió en un incendio en Kiev, el gato de Botero en las Ramblas de Barcelona, el monumento al gato en Koh Maeo (no obstante, esta isla de Tailandia se conoce como la Isla de los Gatos) o la preciosa escultura en homenaje a los gatos sin hogar de Braunschweig (Alemania).

La fiebre de los Cat Cafés comenzó en 1998 en Asia, más concretamente en Taiwan, donde se abrió el primero y se popularizaron rápidamente en Japón, donde la gente, por la falta de espacio, se ve obligada a vivir en apartamentos minúsculos y ello no les permite tener gatos. Por ello, poder pasar un par de horas en una cafetería rodeado de gatos que viven como maharajas era uno de los placeres que más demandaban los japoneses: en Tokio ya hay más de 70 cat cafés repartidos por la ciudad. El fenómeno se extendió a otros países del mundo: en España el primero que se abrió fue La Gatoteca en Madrid. Hay que tener en cuenta que estas originales cafeterías además realizan una preciosa labor social, ya que la mayoría de ellas tienen a sus gatos disponibles para adopción, por lo que son muchas las personas que van a tomar un café y se vuelven con un nuevo amigo a casa. Así que sí, nos parece una labor maravillosa.

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En Japón en la Kishi Station de Wakayama incluso llegaron a tener una gata que era jefa de estación. Se llamaba Tama y falleció en 2015. Hablando de trenes, ahora en Septiembre se llevará a cabo la primera jornada de cat cafés en tren en Japón. Los tickets se vendieron en apenas unas horas por lo que es más que probable que en el futuro encontremos vagones con gatos abandonados que están esperando a pasajeros que les proporcionen un hogar. En Tokio también podemos visitar el templo Gotokuji con cientos de manuki nekos, esos simpáticos gatos que simbolizan la buena suerte. Eso sin olvidarnos de Yanaka, uno de mis barrios favoritos en la capital japonesa y que se conoce como Cat Town debido no sólo a la cantidad de gatos que viven en sus callejones sino también por las muchas tiendas de souvenirs gatunos: el paraíso para los amantes de los nekos, que es como se conoce a los gatos en Japón.

Ya hemos mencionado a Egipto un par de veces en este artículo. Y no es para menos, ya que gracias a los antiguos egipcios se extendió la costumbre de convivir con felinos. En el Antiguo Egipto los gatos eran animales sagrados, tanto que matar a alguno de ellos estaba penalizado con la muerte (lástima que se hayan perdido las buenas costumbres). Si se incendiaba una casa, el gato debía ser el primer rescatado; cuando moría el gato de la familia, se le guardaba luto y en señal de respeto los familiares se rapaban las cejas. Hasta había cementerios para gatos y se han encontrado siglos después muchísimos gatos momificados. Por lo tanto, si decides ir a Egipto de vacaciones, descubrirás que tanto en los templos como en los museos es habitual encontrar estatuas de gatos: una de sus diosas más importantes era Bastet, que precisamente se representaba como una mujer con cabeza de gato y cuya misión era proteger el hogar.. Y es que los felinos son importantísimos en la cultura egipcia. ¿Cuál es, si no, el símbolo más conocido del país después de las Pirámides? Efectivamente: la Esfinge.

4 comentarios

  1. Solo teniendo uno en casa puedes entender lo compañeros que son, y como saben cuando estas mal y quieren hacerte feliz. Que lindo el car cafe!!!

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