80 millones de turistas. Si en el año 2016 nos visitaron 75 millones de extranjeros y en el 2012, hace sólo cinco años, 58 millones, este 2017 el gobierno prevee que las visitas continuarán aumentando hasta llegar a los ochenta. Es decir, vendrán a nuestro país casi el doble de personas que viven en el país. En un principio, parecería una buena noticia si ella no fuera irremediablemente unida al debate que durante las últimas semanas está ocupando telediarios, programas radiofónicos y portadas de periódicos: la turismofobia. Esta palabra, de la que la mayoría de los españoles desconocían su existencia hasta hace muy poco, es la protagonista de las discusiones veraniegas, supongo que a falta de noticias más interesantes. Porque, sinceramente, creo que cuatro hechos aislados, que responden más bien a gamberrismo e intentos de llamar la atención sobre un problema que sí, es muy real, no evidencian que en España odiemos a los turistas sino que más bien hay que poner encima de la mesa la cantidad de inconvenientes añadidos que está acarreando un turismo masivo.

España actualmente vive una situación atípica: nos superan las expectativas turísticas. El norte de África, léase países como Marruecos, Egipto o Túnez (ya ni hablamos de Argelia o Libia) ha visto descender su turismo a niveles preocupantes, tanto que la supervivencia de millones de familias se encuentra en serio peligro. ¿El motivo? Los recientes atentados sufridos por dichos países. Sin embargo, ciudades europeas como París, Niza, Londres, Berlín o Bruselas también han sido azotadas por el terrorismo. ¿Por qué los turistas no dejan de viajar allí pero sí a los países musulmanes si el riesgo es el mismo? Porque inconscientemente se cree que en Europa la gente se sentirá más protegida, cuando en realidad el Viejo Continente es el destino principal del punto de mira de los yihaidistas. El caso es que todos esos turistas que antes viajaban a las costas africanas han decidido regresar a España (pese a que aquí también hayamos sufrido atentados). Y de repente nos vemos con millones de turistas que quieren venir aquí pero a los que en la práctica es complicado alojar y acoger con unos mínimos de calidad. Cuando la demanda supera a la oferta, ya puedes hacer los cálculos que quieras que las cuentas no salen.

El gobierno está aprovechando toda esta burbuja de la turismofobia (porque poner cuatro pegatinas en unos cuantos coches de alquiler o hacer pintadas pueden ser actitudes muy reprobables pero no es lo mismo que dar palizas a turistas, por favor, no exageremos) para repetir una y otra vez que el turismo es el motor económico de este país. Y ese es el problema, que los que nos gobiernan se han dedicado a eliminar subvenciones en otros campos, a dejar de apoyar la minería, la agricultura o la industria, a permitir que nuestros cerebritos y mentes privilegiadas tengan que irse a trabajar a otros países, para centrarse casi exclusivamente en el turismo.

Es cierto que tres millones de empleos dependen del turismo pero ¿cuántos de ellos lo hacen en invierno? Debemos recordar que muchos de estos trabajos sólo existen de Junio a Septiembre: camareros y trabajadores de hotel que se van al paro en otoño, sólo hay que ojear los datos del desempleo, todos los años ocurre lo mismo. A ello debemos añadirle la precariedad de los sueldos y las jornadas de diez o doce horas. Porque aquí a los que gobiernan se les llena la boca con la palabra patriotismo cuando hablan del sector turístico pero miran para otro lado cuando se les dice de mejorar las condiciones laborales de los que viven de dicho sector. Ciudades en las que predomina el turismo cultural como Barcelona, Madrid o Sevilla cuentan con turismo todo el año pero ¿dónde dejamos a los pueblecitos costeros que ven desaparecer a los visitantes en cuanto llega el frío y en muchos casos se ven obligados a cerrar sus negocios en invierno? ¿Es que esa gente no come el resto del año?

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La avaricia en el sector turístico no conoce límites. Ahí tenemos el caso de la ley de costas, que en la práctica no sirve para nada porque los hoteles se meten en la arena de las playas (caso claro el famoso hotel Algarrobico) y así ocurre, que en cuanto llega el primer temporal, desaparecen playas y paseos marítimos porque intentamos ganarle al mar un terreno que no nos pertenece. Ya ni hablamos de los incendios provocados para poder urbanizar después en terrenos cercanos a la costa. Veranear en muchos lugares de España en pleno mes de Agosto es lo más parecido al infierno: playas cubiertas por hamacas y sombrillas, miles de personas pegándose por un centímetro cuadrado de agua salada, clientes de hotel echando carreras a las nueve en punto para coger tumbonas. ¿Realmente la gente se tira todo el año trabajando, esperando sus vacaciones, para irse a sitios como Benidorm o Torrevieja donde apenas se puede andar de la gente que hay? Mi idea de lo que significan unos días de relax está bastante alejada de este concepto, os lo aseguro.

El caso es que los que defienden a capa y espada este turismo exagerado, que de sostenible no tiene nada, parecen no pararse a pensar que en esta vida el dinero no lo es todo. Y que si en España hay tres millones de personas que viven del turismo, hay otros cuarenta y tres que no lo hacen. Además, en España no predomina el pequeño hotel en el que ha invertido una familia sus ahorros de toda la vida sino las grandes cadenas hoteleras que pagan una miseria a sus empleados.

Nos vamos a ir al caso de Ibiza, ya que precisamente el año pasado estuvimos pasando allí unos días y pudimos charlar del tema con gente que vive en la isla o que trabaja durante los meses de verano. ¿Sabéis cuánto costaba una semana de alojamiento en la urbanización donde estuvimos? 1.800 euros. Por un apartamento de una habitación. Siete días. Nosotros no los pagamos porque mis padres tienen la suerte de que su casero se lo deja a un precio bastante más bajo pero es la prueba de que un trabajador normal, con un sueldo básico, no puede permitirse ni de lejos pagar esas cifras desproporcionadas: te sale mucho más barato irte de vacaciones el Caribe. Entonces se comienzan a alquilar balcones y bañeras (habéis leído bien) para que la gente tenga un lugar donde dormir. Imaginad lo que es currar doce horas diarias detrás de una barra o sirviendo mesas y luego «descansar» en una bañera.

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Luego tenemos el caso de los médicos, los policías, los maestros, que no quieren irse a vivir a la isla porque no tienen donde alojarse. ¿Y quién es el principal perjudicado? Habéis acertado: no es el turista, que a fin de cuentas viene, pasa unos días y se vuelve a su casa, sino el ibicenco que ha de lidiar con que los hospitales se encuentren sin personal. Anteponer el bienestar del turista al del propio ciudadano no es el camino.

Con toda esta historieta de la turismofobia, parecemos centrarnos en las gamberradas de cuatro vándalos pero olvidarnos de los miles de vecinos que están saliendo a la calle en toda España para protestar porque se les eche de sus casas porque sale más rentable un turista que un inquilino. Esos vecinos que tienen que aguantar fiestas de turistas hasta las tantas de la madrugada cuando ellos tienen que ir a trabajar al día siguiente. Con la excusa de «¡que vengan todos los turistas que quieran!» estamos fomentando la llegada de miles de hooligans que en la práctica no se dejan ni un duro en entradas de museos, no usan taxis, comen de supermercado y los restaurantes ni los pisan y a cambio nos regalan enternecedoras escenas de gente andando desnuda por la calle con un tetrabrik de Don Simón y meando en la primera esquina que encuentran. Algunos el único gasto que hacen es en alojamiento. Eso cuando encuentran plaza en un hotel, que si no tampoco hay problema ninguno en dormir en la misma playa o, como se hace en muchos vuelos charter que vienen desde Londres, salir un sábado hacia Ibiza, pasarte la noche en la discoteca de turno y volverte el domingo sin haberte gastado un mísero euro en algo que no sean copas o un par de rayas.

Deberíamos tener en cuenta que a lo mejor no es la turismofobia la que espanta a los turistas sino estos indeseables que molestan a los demás, que practican ese deporte tan típicamente español que es el balconing y que quitan las ganas de viajar a las Baleares a muchas familias con niños pequeños. Hace sólo un par de semanas la isla griega de Malia intentaba atajar este problema, el de los hooligans, poniendo de acuerdo al 95% de sus hosteleros para que se negaran a alojar a británicos de menos de 30 años. Que pobrecillos los ingleses que quieran viajar como personas civilizadas, que serán una mínima parte y tienen que pagar justos por pecadores. Pero hay que comprender también a esos pobres hosteleros que se encuentran habitaciones destrozadas o una televisión flotando en la piscina.

Este capitalismo atroz que vivimos no nos puede llevar a creer que en turismo vale todo mientras haya dinero por medio. Según estudios recientes, cada millón de turistas que llega a España genera 300 millones de aguas residuales, 25 millones de kilos de CO2 y un millón y medio de basuras. Multiplicad eso por ochenta millones de personas. El gobierno no se preocupa de en verano apoyar a los ayuntamientos para que haya más barrenderos, se mejoren los servicios, haya más policías o, por poner un ejemplo, socorristas en muchas playas que carecen de ellos: 250 ahogados llevamos este verano. Queremos tener una población multiplicada por tres pero sin mejorar servicios y prestaciones.

Y luego está el caso, gravísimo, que las visitas continuadas a determinados lugares acaban provocando. El yacimiento de Atapuerca, el Teide, la playa de las Catedrales, la Cueva del Tito Bustillo, la Alhambra de Granada… miles de rincones de nuestro país se han visto obligados a restringir las visitas para no poner en riesgo a parajes irreemplazables. ¿Queremos acabar como Venecia, una ciudad de 57.000 habitantes con 22 millones de turistas, donde ya apenas viven venecianos (gondoleros que ganan 100.000 euros anuales no pueden costearse una casa en la ciudad), los cruceros de lujo colapsan los canales y la propia UNESCO ha alertado que de seguir así, en pocos años va a acabar desapareciendo una de las ciudades más bonitas del mundo?

No se trata de demonizar al turismo (a fin de cuentas, todos somos turistas cuando salimos de casa y viajamos a otros países) sino de obligar a los responsables de su gestión de que tomen medidas para conseguir un turismo de calidad, de ese que es respetuoso, se comporta y se deja el dinero en los negocios locales. Porque el problema no es el turismo sino el modelo de turismo que permitimos que nos impongan y que en este caso se basa en la especulación urbanística y en la avaricia desmedida. Multas a los vándalos que organizan peleas en mitad de la calle, control de los alojamientos ilegales (en Baleares ya se va a multar a los que alquilen su casa por un periodo inferior a 30 días, el alquiler de pisos ha originado una subida del 50% del alquiler en muchas ciudades españolas), limitar el número de aperturas de nuevos hoteles (también en Baleares se ha anunciado una cantidad máxima de 624.000 plazas hoteleras), mayor vigilancia policial, controlar que las terrazas no invadan las calles, defender el bienestar de los animales gracias a un turismo responsable (es horrible pasear por Sevilla y ver a esos pobres caballos desfallecidos tirando de calesas a 40 grados de temperatura)…

La cuestión es tratar de encontrar el equilibrio entre la afluencia de turistas y el bienestar de los ciudadanos, asumir que si no nos ponemos manos a la obra, se deterioran los cascos históricos, los precios de los restaurantes se disparan de tal manera que sólo son asequibles para turistas y los habitantes de las ciudades deberán irse a vivir a la periferia y ceder sus casas a los que sólo vienen por unos días. Si no logramos encontrar dicha armonía, vamos de culo y cuesta arriba.

12 comentarios

  1. Muy en relación este post con el mío de Gaztelugatxe 🙂 ¡Gracias por el comentario, por cierto! La verdad es que tenemos bastante tendencia en España en hacer las cosas a medias y presumir de la parte que hemos hecho bien y, aplicado al turismo, las consecuencias son evidentes…
    Necesitamos salvar el sector antes de que se nos vaya de las manos por completo.
    PD: cada vez me gusta más este blog; está completísimo 😀

  2. Tu artículo es muy acertado, yo lo vi de cerca las vacaciones pasadas en las que visite Cancún, tuve la oportunidad de platicar con los lugareños de la ciudad estrella de mi México querido, y muchos de ellos, enfadados y hartos refirieron como el turismo estaba afectandoles. Recordaban con tristeza como en el pasado podían pasear libremente por las playas, y ahora se limitan a visitar los sitios públicos ya que los mejores lugares se encuentran privatizados por grandes empresas y cadenas hoteleras. De acuerdo con un taxista con el que platique, los quintanarroenses temen el día en que ya no quede suficiente espacio para ellos, porque evidentemente y bajo el yugo de salarios mediocres, nunca podrían permitirse pagar por el acceso a las bellezas naturales que antes les pertenecían, y de las que ahora se han apoderado empresas extranjeras.

  3. Hola. Me ha gustado mucho este artículo, es ciertisimo lo que cuenta. Vivo en un pueblo de Málaga, es terrible ver en verano cómo se comportan muchos turistas borrachos y que luego los bares tengan que cerrar porque no hay gente en invierno. Es hora de contar las cosas como son. Buenísimo tu blog Maribel, lo sigo a partir de ahora. Saludos!!

  4. Muchas gracias por tus palabras, me encanta que te gusten los artículos! Como bien dices, es una cuestión de cuidar el sector porque el tema se nos está yendo de las manos…

  5. Efectivamente. Cancún es uno de los mejores ejemplos. Estuvimos hace años en México y los lugareños nos comentaban que Cancún ya poco tenía que ver con aquel pequeño pueblo de pescadores de antaño. Es una lástima porque los turistas yankees lo han convertido en un destino de fiesta y borrachera, destrozando un lugar que era el paraíso, y las grandes cadenas hoteleras se han adueñado del litoral. ¡Una lástima!

  6. Gracias por seguirnos, Javi! Málaga es uno de los mejores ejemplos de avaricia turística y es una pena porque tiene rincones maravillosos, nosotros justo acabamos de volver de un viaje por alli.

  7. Muy de acuerdo con este post. No me gusta que se llame «fobia a los turistas» a algo que realmente es «hartura gubernamental». Yo soy de Málaga y para este verano teníamos que mudarnos de piso, y casi pensábamos que nos íbamos a quedar en la calle por los precios desorbitados de los alquileres, ya que alquilaban por días o semanas. Ahora vivimos con seis personas más, una de ellas es una mujer cuyo anterior casero le echó del piso después de DOCE años viviendo en él, ya que quería comenzar a alquilarlo vacacionalmente. Mi hermana trabaja en un mercado de toda la vida, donde cada vez hay más turistas que vecinos indefinidos, y como los turistas suelen comer fuera (no suelen cocinar y eso), las ventas han bajado muchísimo. Me da rabia que los medios (por no hablar de políticos) en lugar de mostrar y tomar medidas para con el problema real, sólo sepan decir que el turismo es «la gallina de los huevos de oro» y que no se la puede matar, y que no paren de fomentar más y más la visita incontrolada de turistas. No quiero sonar «turistafóbica», yo misma lo soy cuando viajo, pero es que estamos teniendo un problema real que no sé dónde acabará…

  8. Gracias por tus palabras Marta! Como bien cuentas, Málaga es uno de los mejores ejemplos de cómo nos puede devorar el turismo y no, no es turismofobia, es sólo la realidad…

  9. Muy buen articulo! Yo creo que a nivel social estamos preparados para el turismo pero no para acogerlo de una forma que no empeore nuestra vida. Este año es el año del Turismo Sostenible y es ahí hacia donde tenemos que ir si queremos acoger a turistas sin que ello nos perjudique y logrando un equilibrio.


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