Mil viajes a Itaca

 

Hace unos días leí un artículo bastante interesante acerca de las horas bajas que vive actualmente la literatura de viajes debido a la proliferación de los viajes low cost, que permiten viajar a menudo y por poco precio a destinos que hace sólo un par de décadas nos parecían inalcanzables. Esto ha provocado que prácticamente cualquiera pueda tener una cuenta de Instagram llena de fotos, una red social en la que me ha sorprendido encontrarme con mucha gente que se autodefinen como travel bloggers cuando al mismo tiempo reconocen haber estado en sólo cinco o seis países. El mundo de los blogs de viajes ha sufrido tal explosión cibernética que no sólo se cuentan por millares sino que también son muchos los que se comienzan con mucha ilusión pero se abandonan cuando el autor de turno se da cuenta del esfuerzo que supone mantenerlos. Y otros muchos sobreviven pero con posts repetitivos ante la falta de material del que tirar: donde comer en Roma, donde comprar en Roma, donde beber en Roma, donde salir de fiesta en Roma. Es decir, que lo que debería ser un post completo y exhaustivo sobre la visita a una ciudad acaba convirtiéndose en varios con mucha paja y poca chicha, todo sea por rellenar espacio. El resultado final conlleva una saturación de información en internet y esto, obviamente, ha acabado afectando a la literatura de viajes. Ahora la gente prefiere ojear los móviles e instagramear fotos en vez de sumergirse en las cálidas aguas de un buen libro de viajes. Es una lástima porque aunque ahora el mundo nos parezca mucho más pequeño, a mí me sigue proporcionando un placer infinito el que un libro me lleve de la mano a cualquier rincón del planeta. Antes de la aparición de internet, el cine y los libros, aparte de los relatos de viva voz de los amigos que viajaban lejos, era lo único que nos permitía acercarnos a otros destinos; autores clásicos de este género, de los que muchos blogueros parecen no haber oído hablar, caso de Norman Lewis o Colin Thubron nos enseñaron a través de sus novelas de aventuras viajeras mucho más que lo que pudiera hacerlo una clase de historia. Por eso, una vez más, os animo a que sigáis apoyando la literatura de viajes. Porque es un género que ahora afronta una dura crisis y es el momento de estar al lado de esos autores que aún continúan enseñándonos a soñar.

Un par de semanas atrás, la editorial Casiopea me hacía llegar uno de sus últimos lanzamientos, «Mil viajes a Ítaca: una visión personal sobre Grecia». Casiopea nació hace diez años de la mano de la web Mujeresviajeras.com: ¿cómo no me iba sentir identificada con una editorial que se preocupa por narrar las vivencias de tantas y tantas aventureras como Lady Warren, que en 1921 se atrevía a viajar por Túnez y Argelia en moto, o Jane Franklin, una de las primeras europeas que viajó a Tasmania, y que, además, anualmente celebra un concurso de relatos viajeros compuestos por mujeres? Ojalá otras editoriales llevaran a la práctica iniciativas tan loables.

En el caso del libro que nos ocupa, su autora es Ana Capsir, una marinera en el más amplio sentido de la palabra, responsable del blog NavegandoporGrecia.com y residente desde hace años en la isla griega de Lefkada. Aunque lo de «residente» es un decir porque Ana pasa más tiempo en mar que en tierra. Su trabajo como patrona de barco en su nave La Maga 3 así se lo exige. Pero aún más su condición de «culo inquieto», las cosas como son. Entre viaje y viaje por el Mediterráneo, hasta ha encontrado tiempo para escribir este interesante libro en el que rememora tantas idas y venidas por las islas griegas, que son para ella ya más hogar que su propia Valencia natal.

Grecia es uno de los países del mundo que más islas tiene bajo su jurisdicción, más de 6.000, aunque de todas ellas sólo un centenar están habitadas. Estas, por posición geográfica, se dividen entre las del mar Egeo, las Cícladas, las del Dodecaneso, las del Golfo Sarónico, las del mar Jónico y las del Peloponeso. Aunque al turista en general la que más le suenan son las más conocidas, como Creta, Rodas, Santorini o Mykonos, lo bonito de este libro es que nos acerca a esas otras islas minúsculas en las que es ahora cuando está comenzando a llegar el turismo: aún estamos a tiempo de descubrir muchas de ellas sin vernos rodeados de multitudes vociferantes.

A lo largo de las más de 400 páginas de la novela, iremos saltando de isla en isla, esos pequeños paraísos de casitas blancas y puertos donde apenas caben unos cuantos barcos, de un modo muy especial: a través de breves capítulos que más que ser meras guías informativas, que sería de lo más aburrido, rememoran anécdotas entrañables que Ana vivió en cada una de estas islas. Desde las cacerolas de Sifnos, que han pasado de ser un utensilio de cocina a coloridos souvenirs, a Dick, el perro de Limnos, amigo de los deportados políticos (muchos de nosotros recordábamos a Lukanikos, el perro antisistema que tan famoso se hizo en las protestas de Grecia), desde el encanto de Thirasiá, la hermana pequeña de Santorini,  al manjar del kléftico, un popular plato griego, en la isla de Marathi, desde las desiertas Estrófades al barco encallado de Zakinthos (una de las imágenes más populares de las costas helenas) o la odisea del submarino Papanikolis en Meganisi. Todo ello aderezado por referencias constantes de la mitología griega, por lo que uno no sabe donde acaba la leyenda y comienza la realidad. Un fabuloso recorrido entre cabras, montañas, pueblos de pescadores de color azul y amabilísimos isleños por algunas de las poblaciones marítimas más encantadoras del Mediterráneo. Mucho más auténticas y fieles a la realidad griega que esa Mykonos que venden en los folletos para promocionar el turismo de fiesta y desenfreno. Ojalá sus hermanas pequeñas, oasis aún apenas descubiertos, logren mantenerse inmunes a esa enfermedad que es la invasión de domingueros y que desgraciadamente con tanta facilidad se contagia de unos destinos a otros.

14 comentarios

  1. Totalmente de acuerdo. Me chocan esos post que mencionas; entras a leerlos y ino se pregunta: pero que esto no es parte de…? Pero también pienso que este mundo nos ha hecho así: el trabajo no da para más días de vacaciones y se hace lo que se puede. Y se gana experiencia poco a poco. Me gusto mucho tu publicación y desde hace poco me he hecho fan de este tipo de libros, lo anotaré en mi lista. Suerte!!!

  2. Yo soy de las que cree que mejor poco y bueno que mucho y malo. Por ejemplo, en esos blogs echo de menos mismamente reseñas de libros viajeros: se pueden hacer un montón de artículos interesantes sin repetir siempre lo mismo. Me alegro que te hayas enganchado a la literatura de viajes: en el blog tenemos varias reseñas y fijo que te abrirán la inspiración. ¡Un abrazo!

  3. A mi me encantan los relatos de viaje, por suerte aun muchos blogs se mantienen interesantes, otros se han vuelto comerciales.

  4. En lo personal me encantan ambos. Creo que aquellos que entregan mas paja como mencionas, solo más faciles y rapidos de seguir y estos libros te empapan completamente. Para gustos se han hecho los colores 🙂 saludos

  5. Si, es cuestión de gustos…Pero con lo de la paja me refería a ciertos blogs, no a los libros. ¡Este fijo que te encanta! Un abrazo.

  6. Estoy totalmente de acuerdo contigo: mejor poco y de calidad que mucha cantidad cuyo con bajo aporte. Te acabo de encontrar por casualidad y quería agracederte tu aporte literario y sobre todo por descubrirme la editorial Casiopea. ¡Me apunto el libro! He leído en los comentarios que tienes más reseñas de libros, así que me voy a bucear por tu blog 😛
    ¡Un saludo!

  7. Casiopea edita libros muy recomendables, echa un ojo a su catálogo. Sí, si pinchas en la etiqueta Literatura de Viajes encontrarás un montón de artículos con los libros que hemos leído ¡espero que te sirva!

  8. Grecia nos encantó!!!!!! La recordamos como un sitio con mucha paz, muchas gracias por dejarnos ir de nuevo con tus palabras, un beso!

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