Gales, al oeste del Reino Unido, es uno de los lugares más interesantes de las islas británicas, pese a que millones de viajeros se olviden de esta región en beneficio de Londres y sus alrededores. Sin embargo, es un destino ideal si planeas una escapada a Gran Bretaña: su extensión más que accesible (no llega a los 300 kilómetros de largo y apenas 100 kilómetros de ancho), sus increíbles paisajes naturales, con algunas de las mejores costas del país, sus aldeas tradicionales (donde los habitantes aún siguen hablando su idioma natal, el galés) y, sobre todo, su impresionante legado histórico, que nos ha dejado en herencia 641 castillos, hacen de esta región una de las áreas más atractivas a nivel turístico de Europa.
Añádele otra ventaja: la aerolínea Vueling te ofrece vuelos directos a la capital galesa, Cardiff, desde Barcelona, Alicante, Palma y Málaga; desde otras ciudades puedes volar con Easyjet a Bristol, que se encuentra a una hora de coche. E incluso si quieres viajar desde Londres, Cardiff sólo se encuentra a apenas dos horas de tren.
En futuros artículos nos dedicaremos tranquilamente a otras facetas de Gales para ayudarte con tu viaje allí. Pero hoy, de momento y ya es bastante, nos centraremos en sus castillos. No obstante, a Gales se la conoce cariñosamente como «the land of the castles» precisamente porque es el lugar del planeta con mayor número de castillos por habitante. Evidentemente, en un único viaje no podrás abarcar, aunque quisieras, el más de medio centenar de castillos galeses, por lo que intentaremos orientarte en tu recorrido y aconsejarte los que, en nuestra opinión, bien se merecen una visita. En cualquier caso, hay tantos desperdigados por Gales que es difícil que estés en cualquier rincón perdido y no te coja alguno cerca.
Comenzaremos con el más conocido de todos: el Castillo de Caernaforn, situado en el pueblo del mismo nombre, al norte de Gales. Aparte de su ubicación, rodeado por esta pequeña villa de pescadores (sólo 9.000 habitantes pero es la capital del condado de Gwynedd), el castillo y sus extensas murallas son Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO junto a los de Beaumaris, Conwy y Harlech, todos construídos bajo el mandato de Eduardo I de Inglaterra (se cree que su hijo, el rey Eduardo II, habría nacido en Caernaforn). La atípica forma del castillo, emulando a un 8, su posición privilegiada junto a la bahía, las torres hexagonales, octogonales e incluso de diez caras (lo que las convirtieron en un prodigio de la arquitectura) o las dos robustas puertas de entrada, las del Rey y la Reina, además de su Museo de los Fusileros y la costumbre, que aún se mantiene, de coronar aquí como reyes a los Príncipes de Gales cuando ascienden al trono (recordad que la princesa que fue su mayor reclamo turístico fue Diana de Gales) han hecho de él una visita imprescindible, pese a que en los interiores no se guarde ningún tipo de mobiliario. Más de 200.000 personas al año dan fe de ello.





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